jueves, 7 de octubre de 2010

Minúscula 8 - DISYUNTIVA

Heridos por el descubrimiento, puede que algunos de los lectores, bien
reales, como yo mismo, vuelvan a preguntarse, como se suele en tales
trances, obedientes, como reales que somos, al Futuro, ¿qué hacer con
esto?, ¿qué es lo que hay que hacer entonces? Por fortuna, esas
cansadas cadenas (idióticas, pero costituyentes] de la Ética o Moral
o regulación de la futura conducta de uno, es aquí bastante claro y
fácil sacudírselas de un golpe, con esta limpia disyuntiva:
si de lo que se trata es de realizarte (vivir tu vida, lograr tus
aspiraciones, tener éxito en tus amores o negocios, tener cubiertas
tus necesidades, asegurar tu porvenir, gozar del justo fruto de tus
trabajos, ser admiración o envidia de tus prójimos, salvar tu alma, o
de cualquier otra de las mil maneras en que suele decirse eso),
entonces la vía es clara y recta, y no tienes más que hacer lo que
está mandado: cuida de tu salud y mantente en forma; funda un hogar y
educa bien a tus hijos; mira al Estado como a padre justo y benévolo,
pensando que, aunque las cadenas te aprieten, peor sería si no las
hubiera; colócate y gana dinero, según tus facultades, y considera
que la Banca tiene su capital puesto en tus intereses; sé ambicioso y
audaz en tus empresas, pero o bien dentro de la Ley o bien, si hace
falta, según las leyes más sutiles que hay para burlar la Ley; si
estimas que el Estado y Capital que te han tocado son injustos,
esplotadores y perversos, lucha por cambiarlos, pero siempre de manera
positiva y realista, de modo que tu revuelta venga a dar, dentro de lo
posible, en un orden y porvenir más satisfactorios; disfruta de los
palacios, yates y aviones, o sencillamente del pisito, televisor y
zapatillas que la fortuna te haya repartido, pero no olvides atender,
si no a una Iglesia, a alguna guía espiritual que mantenga viva tu fe
en el sentido último de tu vida y la del mundo; y, sobre todo, mantén
siempre la fe en tí mismo, sin dejar que te invadan nunca las dudas de
qué estás haciendo aquí o de quién eres;
ahora, si no se trata de eso...

Minúscula 7 - GNOTHI SAUTÓN

Estuvimos el otro día hablando del Gnôthi sautón -del
'Conócete a ti mismo'-, y poniendo como caso del conocimiento de uno
mismo también la penetración y, ocasionalmente, la declaración hasta
de los secretos más íntimos, que se supone que sólo uno puede
conocer. Justamente, con eso estábamos tratando de entrar en las
intimidades. Esta incursión a las 'intimidades' -representadas por
uno mismo y sus secretos más íntimos- siempre hay que hacerla -y
a esto también estamos acostumbrados- poniéndola en relación con
las 'ultimidades', es decir, lo más de fuera [y, por cierto, que estos
términos que son cultos: 'íntimo', 'último', 'intimidad',
'ultimidad', habrá que decir que son, simplemente, unos superlativos
latinos: intimus quiere decir 'lo de más adentro', ultimus quiere
decir 'lo de más afuera', 'lo de más allá posible', y por supuesto,
estas dos incursiones-excursiones, estos dos modos de atacar tienen que
darse siempre el uno con el otro.]
Lo que estábamos diciendo respecto al conocerse a uno mismo, lo
entendíamos en el sentido de que ese superlativo 'íntimo' venga, de
alguna manera, a saltar un límite más adentro del cual uno mismo ya
no está: esa es la vía de la 'intimidad'. Y esta vía es la que va a
la par con la vía de la 'ultimidad'. Es decir: un pensamiento que
salta el límite y se va o se pierde más allá del límite. Estas dos
son las dos maneras de una táctica que, después de todo, es la misma:
la misma táctica de destrucción de la Realidad, es decir,
destrucción de la ilusión, destrucción de la fe -que todo es lo
mismo, puesto que la Realidad sin Fe no se sostiene.
Cuando se propone esta incursión-excursión hacia lo íntimo y hacia
lo último para saltar el límite, lo que se está atacando -aunque
sea sin decirlo explícitamente- es la confusión habitual tanto en
lo uno como en lo otro: la confusión esencial respecto a uno mismo es
que uno, al penetrar en uno mismo, al conocerse cada vez más al entrar
más en uno mismo, puede llegar a... ¿a dónde?
A nosotros nos parece que no hay sino dar ese salto del límite. Pero
la fe es muy fuerte, y la fe en uno mismo es como la entraña misma de
toda la Fe que sostiene la Realidad. De manera que uno aspira, por
vías prácticas, por vías incluso místicas, a penetrar más y más
en su conocimiento hasta llegar a saber quién es.
Vamos, que lo que se pretende en este error es que el uno -uno
mismo- es nativo: ha nacido, tiene un nacimiento. Este es el error, y
es un error que se atestigua de la manera más familiar, puesto que a
cualquier niño, no sólo desde el momento en que se le bautiza, ni
desde el momento en que nace, sino desde antes, ya se le considera tal
y cual, ya se le intenta hacer 'uno'. De manera que la fe llega hasta
ahí, y esta es una de las maneras del error: el creer que uno es
nativo: que uno ha nacido alguna vez. Esto es justamente, lo que ese
quiebro, ese salto al límite, trata de evitar. Como hemos mostrado
muchas veces: uno no ha nacido nunca; y el penetrar en la intimidad, a
lo que debería llegar es 'a caer allí donde yo no estoy', 'en un
nacimiento de algo que no soy yo'; y esto quiere decir -desde el
punto de vista de la negación- 'romper la creencia en la natividad':
llegar a la evidencia de que esa natividad es costitución. Es
costitución, igual que las de los Estados, igual que cualquier otra
forma de costitución. De manera que hay un punto de costitución de
mí mismo, un punto de costitución de 'uno'. Aquí ya, costantemente,
aludimos a ese punto como el momento de la condena a muerte, siempre
futura; porque aquí se revela el engaño que está por debajo de todos
estos, -respecto a principio y fin-, del descubrimiento al que
aquí venimos, una y otra vez, de que el fin es el principio: y por
tanto, la condena a muerte de uno es principio: nacimiento. Nada de
nacimiento o nada de natural es el principio: la costitución: la
costitución de uno es el principio.
De manera que ¿cuál es la propuesta de esta vía?: llegar a descubrir
esto, a fuerza de conocerse uno mismo: llegar a descubrir esto que
ahora estoy diciendo -por desgracia- en general, para cualquier
uno. Naturalmente, es deseable que ese yo, personalmente, lo descubra y
lo palpe para mi propio caso, que no es más que un caso entre los
casos: el descubrimiento de mi falta de natividad, de que mi única
Realidad verdadera es mi costitución, y que mi costitución es mi
Futuro, es decir: mi muerte, mi condena a muerte. Si uno penetrara
hasta ahí, y saltara ese límite de la intimidad, evidentemente, se
vendría al nacimiento de lo desconocido: al nacimiento de lo que no
soy, ni es uno, ni es nadie.
El 'Conócete a ti mismo' puede ser, por tanto, esta vía de
penetración, que llega al descubrimiento de la mentira de la natividad
de uno, la presencia del fin en su principio, su costitución por la
muerte, y que -por tanto- al penetrar más adentro todavía, ya va
'adonde no se sabe', 'a lo que no se sabe': descubrimiento de la
mentira de la Realidad que es como el venir a vivir o a dejar vivir 'lo
que no se sabe': la verdad que no se sabe. Pues esto es lo que no se
puede nunca hacer si no es al mismo tiempo lanzándose en el sentido
opuesto: hacia la 'ultimidad'. Esta vía de penetración exagerada en
'lo íntimo', tiene que darse a la vez con la excursión -igualmente
exagerada- hacia 'lo último'.
¿Cuál es aquí el error correspondiente de nuestras ideas y también
las de los científicos, respecto a esto, en paralelo? El error, en el
caso de uno, era el de hacernos creer que uno es nativo: que nace.
Respecto a lo de fuera, es lo mismo: el error es creer que hay una
natura (que hay algo natural) y que por tanto la Realidad se puede
tratar como si fuera 'naturaleza', llamándola 'un mundo', 'una
colección de mundos' -como hacen también los físicos- porque el
error es pervasivo, el error está por todas partes; y lo que en la
tertulia se hace, es justamente, romper ese límite que está en esa
creencia de ir más allá: descubrir que de lo que hablamos no es de
natura, ni de nada natural, sino que hablamos simplemente de la
Realidad, y que la Realidad no es nativa, no es natural, no es nada de
eso, sino que es lo mismo: costitutiva. Es costitutiva, y está
costituida -como sabemos también- a partir del tiempo real (que
nace, que arranca desde el Futuro, desde el fin) y que es justamente el
fundamento de la Realidad.
De manera que salir más allá de 'la ultimidad' quiere decir
'reconocer' este carácter 'no natural' sino 'costitutivo' de la
Realidad en conjunto; no 'del mundo', ni de 'este mundo', ni del otro:
de la Realidad; de la Realidad sin más; de lo que existe en cuanto
existe, naturalmente, de esa manera; porque decimos -medio en
broma- de nuestra aventura: 'dejarse caer más allá', donde no es
que no haya nada, sino que simplemente es l a v e r d a d , lo que
no se sabe: lo que queda fuera de la Realidad, que -como siempre
hemos dicho- al romper ese límite, no es que más allá no haya
nada -por la misma razón- porque eso querría decir, justamente,
que entonces, la Realidad -como ella pretende- es a su vez 'todo lo
que hay'. Lo que descubrimos es que 'la Realidad no es todo lo que
hay', entonces, está claro que la rotura de ese límite de 'la
ultimidad' ha venido de una manera paralela a dar en eso: el penetrar
en uno mismo, no puede sino venir a dar en el descubrimiento de su
mentira, salirse más allá de la Realidad, y quiere decir:
descubrimiento de lo que no se sabe igualmente: la verdad de lo que no
se sabe. Y entonces, estas dos cosas deben ir la una con la otra.
Ahora sería bastante fácil a cualquier amigo decirle de qué se ha
estado hablando; de manera que como es bastante fácil decirlo, hay que
preguntarse con renovadas fuerzas ¿por qué es tan difícil?, ¿por
qué es tan difícil darle a nadie ninguna razón de qué es de lo que
se habla?

Minúscula 6 - HACIA ATRÁS

El tiempo de verdad, que es un tiempo que no se sabe lo que es, que,
por ejemplo, no tiene ninguna cosa de esas de pasados ni futuros, ni
tiene una flecha que tire para la izquierda y otra que tire para la
derecha, sino que, al no tener más que un sentido, este sentido en el
que ahora mismo nos estamos hundiendo, no tiene ninguno. Ese tiempo de
verdad, por este afán de saber, de concebir, se va convirtiendo en el
tiempo que ustedes manejan o que les maneja a ustedes, en el tiempo de
la Banca y de la Ciencia, un tiempo que se sabe, un tiempo que
efectivamente tiene ya sus dos flechas, tiene pasado y futuro, y, si
nos apuran, pues hay en el medio un puntito que es el presente, en
fín, toda la fantasmagoría bien poco graciosa de que tienen ustedes
llenan las cabezas si se descuidan y no las liberan de vez en cuando
respecto a esto del tiempo. Esto que se dice en general, se dice
también respecto a los casos de la vida: la función de la poesía
parte de una no resignación a la condena al tiempo real, va contra
él, trata de descubrir su mentira. En ese sentido la poesía se sitúa
en cierto modo en el umbral de los dos mundos, donde tenemos que
imaginar a Orfeo en el momento del fracaso, cuando está a punto de
arrastrar afuera a Eurídica y todavía él mismo no ha salido y vuelve
la cara.

Minúscula 5 - ContraHechos

Hechos son los hechos, los pasados; y sin embargo, hay en la presencia,
evocación, recuerdo de las cosas o de los hechos pasados, algo que no
son meramente los hechos tal como los puede registrar una historia, un
memorial burocrático, un recuento bancario; sino que, junto con los
hechos que resucitan, que se recuerdan, incluso en contra de ellos pero
entre ellos, se escurre algo más, rezuma algo más. Y es a ese 'algo
más' que rezuma por entre los hechos a lo que tenemos que atribuir la
sensación de que alguna vez se vive, de que alguna vez se da algo
bueno. Solamente a eso, porque los hechos que la Banca, el Estado, el
diario personal de cada uno registra, esos están muertos.
Esta es una condición del saber: Realidad es lo que se sabe. Y una
condición del saber es que los hechos que se saben estén muertos, si
no, no hay quien los sepa. Una condición del saber es que las cosas
que se saben estén muertas. Supongo que no hay que razonarlo mucho.
¿Qué tipo de saber, qué tipo de ciencia puede agarrar a una cosa que
no esté muerta? Si lo intentara -como lo intenta, de vez en cuando-,
evidentemente, igual que un bichejo que no ha muerto del todo, se le
rebullirá entre los dedos y le acarreará toda clase de trastornos y
habrá de renunciar a la pretensión de haberlos asido, de haberlos
captado, de haberlos sabido.
De manera que es así: la Realidad está, en cuanto sabida, hecha de
cosas muertas. No se saben, no se conocen más que los muertos. Y si se
quiere saltar de las cosas en general a las personas no hay
inconveniente, pasa lo mismo. Solo a un muerto perfectamente muerto se
le conoce. Si no está perfectamente muerto se le escurre al saber por
todas partes, por todas las rendijas, precisamente por eso de que no
está muerto todavía.
De manera que, si se puede dar eso de que entre los hechos de la
Historia, entre los hechos registrados, se escurra, rezume algo que no
son los hechos, que incluso los trastorna y desfigura, es gracias a
que las cosas siendo cosas, elementos de la Realidad como son, sin
embargo, nunca están cerradas, nunca están bien hechas del todo (las
Cosas o entre las Cosas, nosotros, las personas, no hace falta
distinguir), por lo mismo, de que la Realidad no es un Todo.
Entonces no hay que volver sobre aquello de la comparación con el
vocabulario de un idioma cualquiera donde no hay un total, un
Diccionario total de palabras, sino que necesariamente están entrando
y saliendo costantemente, y por tanto son sin-fin, y toda pretensión
de Todo es una vanidad y una falsificación. Y como resultado de eso,
cada palabra, nunca está del todo definida.
Ninguna palabra de un vocabulario semántico de un idioma cualquiera
puede estar nunca bien definida. Y así las cosas, como la Realidad no
es un conjunto cerrado ni puede serlo, porque hay sin-fin, porque la
Realidad no es todo lo que hay. Los elementos que la costituyen nunca
cada uno de ellos puede estar cerrado, puede estar bien costituído. Y
por tanto, nunca puede estar sabido del todo y esa es la paradoja:
efectivamente la Realidad es pasados, sin embargo, esos pasados, esos
hechos, al no estar nunca bien cerrados dejan escurrirse por entre
ellos, por entre las grietas de las cosas, por entre lo mal definido de
los hechos algo más. Algo más que es lo solo que nos da, de vez en
cuando, en contra de la situación ordinaria, esa intimación de que se
puede vivir, que hay algo de vida, que hay algo de bueno y cosas por el
estilo.
Hay que pasar ahora al paso dialéctico siguiente que se está
costantemente dando, porque así como la Realidad, y nosotros
ahora-mismo nos estamos hundiendo, ahora que no hay quien lo coja, nos
estamos hundiendo en la verdad de lo que no se sabe; al mismo tiempo
estamos, y la Realidad toda está, defendiéndose por necesidad, contra
ese descubrimiento de su falsedad, contra su caída. Entonces el paso
dialéctico es éste: sí, efectivamente, hay tal vez memorias vagas,
indómitas, sugerencias de que podía vivirse, hay todo eso pero para
eso están los servidores del Estado y están los Filósofos y los
Científicos: para salir al paso de esas cosas y decir que también eso
lo saben. Incluso también esas cosas que parecían desbordar, rezumar,
también las saben, son objeto de un saber, físico, psicológico,
administrativo, da lo mismo, pero objeto de un saber. Es decir que
vuelven a convertirlas en hechos de la Historia, y ... otra vez a
empezar. Entre los hechos de la nueva Realidad restituida por la
defensa costante no dejan nunca de escurrirse, sin embargo, nuevas
intimaciones de algo que no es propiamente realidades, que no es ni
Todo ni Nada, y que lo hay de alguna manera.

Minúscula 4 - HABLAR Y HACER

Una advertencia sobre el hablar o razonar sometido a planes y fines
(tanto de "revolucionarios" como los del Poder y sus ejecutivos) (o
cómo no se pueden usar las armas del enemigo inocentemente)
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Domina en nuestro mundo una idea, profundamente arraigada (desde la
antítesis griega de érgo "de hecho", frente a lógo "de
palabra", hasta la teoría política reciente sobre el paso de
teoría a praxis), que contrapone el hablar o razonar con el hacer o
práctica real.
Al separarlos de ese modo, con ello se justifica y
consolida el esquema de relación entre ambos que rige en el comercio y
la política habitual, a saber: 1) se habla o razona para llegar a una
conclusión, 2) de esa conclusión se deriva un proyecto, programa o
plan de acción, 3) se pasa a la práctica y se realiza el plan
establecido.
Ya se entiende que mediante ese esquema, se trata de
asegurar que la acción no consista en otra cosa que en hacer lo ya
previsto, es decir, hacer lo que ya está hecho; que es justamente lo
que conviene para el sustento de las estructuras de política y
comercio establecidas y el éxito de sus negocios.
Y se trata, por otro lado, de que el hablar o razonar, como
sometido que está a la busqueda de conclusiones y a la acción futura,
resulte falto de interés en sí, puesto que, al estar destinado a
sostener una idea y servir a la presupuesta acción futura, apenas
podrá el hablar o razonar (salvo por fallo de la máquina) venir a dar
en hallazgos, invenciones ni descubrimientos inesperados.
Ese esquema de la acción también puede describirse más
sintéticamente así: que la separación entre el hablar (de la
acción) y la acción (de lo previsto) consigue, al poner la acción en
el futuro, convertir todo lo que la precede en un tiempo vacío, donde
no va a hacerse nada (más que lo que va a hacerse), donde no debe
suceder nada (más que lo que está ya sucedido en el futuro).
Y es así como, al mismo tiempo que a la acción se la hace
siempre futura (prevista, ideada o planeada por discurso previo), se
consigue que el discurso o discusión preparadora de la praxis se
vuelva, por así decirlo, aburrido por esencia, privado como está de
todo elemento de sorpresa o inesperado: testimonio, las reuniones de
negocios, los diálogos de políticos (estén en el poder o estén
organizandose para la acción futura) o el mismo discurso académico,
destinado a hacer saber lo ya sabido.
A la vez que la acción de lo ya hecho crea, por su
planeamiento, el tiempo vacío que le conviene, tambien queda sumido el
hablar y razonar en el tiempo vacío así creado y, por su propio
aburrimiento, condenado a la inutilidad.
Por ello será tanto más oportuno recordar lo que la
consideración desprevenida y el sentido común entiende: que el hablar
y el razonar son una acción, y que no se sabe lo que hablar y razonar
puedan hacer cuando se libran de su destino a la acción futura; pero
ciertamente, lo que hablar y razonar puedan hacer, si pueden algo, lo
podrán precisamente en cuanto no estén condenados a llegar a
conclusiones, a sostener ideas y a elaborar planes para la acción
futura.

Minúscula 3 - DESGRACIAS

Vosotros que en general, mayoritariamente, os arregláis para seguir viviendo
-y yo me incluyo entre vosotros, debía decir 'nosotros'- contamos con las
grandes desgracias, por ejemplo: las hambrunas de África y la emigración en
botes, los miserables escurriéndose costantemente por las calles de Nueva
York, Londres o Madrid o cualquier sitio; forma parte y, de alguna manera,
os arregláis -nos arreglamos- para colocar a eso en su sitio, porque si no,
¿cómo podríamos vivir?, ¿cómo, si no, nos hubiéramos arreglado para colocar
el hambre de los pueblos negros, y las emigraciones semi suicidas, y la
miseria que cualquier pordiosero que nos encontramos nos ofrece? Si no lo
hubiéramos colocado de alguna manera, ¿cómo podríamos vivir? Forman parte de
la Realidad y de alguna manera están colocados, y "Esto -dice el
sentido común- no puede ser", "Esto no tiene sentido". Hay ahí una trampa
evidente que sería justamente lo primero que habría que denunciar. La
indignación -esta indignación que yo siento y que me encocora y que me
desespera y que a muchos de vosotros les pasará lo mismo- la indignación va
creciendo, por supuesto, según uno va subiendo en la escala social; cuando
uno ve que no se trata ya de los prójimos sencillos que se las arreglan para
vivir bien, para ir tirando y para colocar las desgracias en su sitio y que
no pase nada del otro mundo, sino que se trata de periodistas, literatos,
filosofantes, científicos de toda laya, que hacen lo mismo,
que están costantemente tratando de conseguir una especie
de orden o de armonía, dentro del cual, las evidentes desgracias
insoportables queden situadas, encuentren su sitio y,
ofreciéndonos por tanto, la visión del mundo que se os ofrece, y haciendo
astracción de los aspectos en los que haga falta hacer astracción,
haciendo las componendas de que se trate, para conseguir una visión, después
de todo, armónica. Porque evidentemente ni los altos prohombres de la
Política van por un momento a dudar de que, a pesar de todo, las desgracias
quedan comprendidas dentro de 'un todo', que es en definitiva 'un Futuro',
'un ideal' en el cual todo se arreglará. Por ejemplo, en el nivel más bajo:
no importa la invasión de automóviles que ya no caben, no importa el
destrozo de las ciudades cada vez más y más con más obras inútiles para
nada; tiene de alguna manera una justificación en un Orden Superior.

Minúscula 2 - ORDEN

La palabra, que en latín sonaba sobre todo al ´ir en fila´, como los
ordinales de la serie, y se tocaba con la idea de ´principio´, se ha
dividido en dos en nuestra lengua, por el Género, pero más vale que
no olvidemos la relación entre ´el orden´ y ´la orden´.
El afán por ordenar el mundo recorre la Historia entera, desde las
primeras leyes escritas, pasando por las filas y cuadros de las
legiones, hasta el encierro del mundo en una red de ordenadores; y es
nuestro error y engaño primordial: creer (1º) que se puede, esto es,
que podemos, ordenarlo, del todo (si no es del todo, los fallos
aumentan el desorden incalculablemente), y por orden superior, por
principio ( pero, sin fin, no sabría el principio hacia dónde tirar la
línea: el fin es lo primero), y creer (2º) que está de por sí
desordenado: un desorden que será con respecto al orden que, con
nuestros generales y geómetras a su servicio, le imponemos; porque
del desorden o caos que sin nuestra ordenación habría ¿cómo vamos a
saber nada, si estamos metidos dentro del orden de la Historia y de
sus Leyes?
Tienden los corazones o sentido común a sentir que lo que hay por bajo
de nuestra ordenación militar y administrativa es un orden de veras
rico, flexible, inmenso, desconocido, que nuestr@s órdenes machacan y
estropean costantemente; sin caer tampoco en creer que ese orden sea
el de los números de Dios o de sus hombres.
Si acaso, lector, te estrañas de que algunos hombrecillos de los que
Policía o Medios titulan de ácratas o anarcos seamos de los más
vencidos de amor por el orden, en cosas, vidas, palabras, canciones,
razonamientos, deja de estrañarte tanto: el solo desorden, confusión y
caos que conocemos es el producido por la administración, leyes,
programas, y fe en el fin de todo, embrollos de tráfico, ahogo de
vidas en reglamentos y ordenadores…: de lo otro, no sabemos nada: por
eso nos enamora.

Minuscula 1- LEYES

Se inventaron en el arranque de la Historia, hace unos 10.000 años,
con la escritura. Aunque a veces se impongan por canturreo a tribus
analfabetas (y hoy día por machaqueo de eslóganes de los Medios), las
leyes son por esencia escritas: tratan de fijar lo que pasa, que todos
los pasos y gestos que se den estén ya previstos en las leyes: que no
pase nada más que lo que ya ha pasado.
Y de entonces para acá perdura ese loco intento del Poder: vez
tras vez se comprobaba que no hay manera de sujetarlo todo, que
siempre había escapes y se hacían cosas que ni eran obediencias a la
ley ni delitos previstos en las leyes: no importa: lo único que eso
hacía es que las leyes se multiplicaran de más en más, a atrapar en la
red de casos cada vez más menudos todas las posibilidades y sorpresas,
hasta llegar con el último Progreso a la proliferación ingente de
leyes , planes, reglamentos, que hoy invade el mundo; y que tampoco va
a darle al Régimen su seguridad total, pero que, al embutir y apestar
vidas y conversaciones con tiquismiquis legales, consigue (que es lo
que al fin la Ley quería) que cada vez le quede a la gente menos sitio
para vivir y que le pase algo.
Todas esas leyes eran falsas, llevaban la trampa en sus entrañas,
mera farfolla y garrapateo de mentiras sobre el Tiempo, aunque
impuestas con la seriedad y la ira de Dios mismo. Pero, en cambio, hay
otras leyes, que rigen de verdad a la Administración y los Poderes,
como son éstas:
I Nunca ordenar ni proponer nada que pueda atentar al movimiento y
crecimiento del Capital.
II Contar la mayoría por `todos ´; lo demás, por `nada´.
III Que cada uno crea en sí mismo: uno que tenga dudas queda sin
más fuera del Reino.
Esas leyes, lector, y más que seguiría sacándote, no hace falta
escribirlas: cada sirviente del Poder las tiene escritas en el alma, y
todos las obedecen sin chistar, como un solo hombre.