miércoles, 12 de noviembre de 2008

CONTRA EXÁMENES Y PLANES DE ESTUDIOS

Hace ya tiempo que Universidades y Escuelas se han convertido en meros y descarados organismos examinatorios de los súbditos. Su única función real es, hoy más que nunca, esa de asegurarse de que cada uno sabe lo que todos en con­junto tenemos que saber, y conceder en virtud de ello los títulos y salidas a la colocación y promoción de cada Individuo en la escala de jerarquías de la vida. Materias e investigación se vuelven mero pretesto para el cumplimiento de esa función verdadera de las Istituciones. Nos hacen ya desde pequeños con­tinuo objeto de evaluación; siempre con el Alma en la balanza; averiguando cuánto vale uno; viendo su destino cifrado en un número que va a ser el de su aprecio en el Mercado, la promesa de su éxito en éste. Y para eso ¿Qué?: obe­decer, trabajar y asimilar. ¿Qué pueden importar desde ese momento las cosas y sus problemas? ¿Qué interés por sí mismos pueden guardar los quehaceres es­colares cuando están tan implacablemente sometidos al interés por la valora­ción y costitución de la Persona y del Estado?


El truco es sencillo. Resulta duro llamar a la muerte ‘Muerte’; en cambio cue­la mucho mejor llamarla ‘Futuro’ . Pero como no hay más muerte que la futura, todo aquello que se llame Futuro es Muerte, y así se le llama para disimular. Imaginaos entonces la gracia que os están haciendo cuando os dicen que tenéis mucho futuro. Y tenéis mucho Futuro en efecto. Tenéis tanta cantidad de Futuro que no hay tiempo para vivir. No hay tiempo para vivir porque ese tiempo en que a lo mejor podría suceder tal cosa como vivir está enteramente ocupado en la preparación del Futuro de todas esas maneras que sabéis, desde las más co­nocidas por vosotros, desde que os hacen estar pendientes de un examen, desvi­viéndoos literalmente para prepararlo. Y no tiene ninguna importancia de qué os examinan. Al Aparato le importa un bledo cuál sea la materia. Lo que impor­ta es que tengáis un programa, un proyecto, un plan, y que tengáis que exami­naros, el dia de mañana, a fecha fija. Y cuando llega el final de carrera... más de lo mismo. El Juicio Final es siempre futuro y al punto vendrán otros Ideales a los que sacrificarse y rendir culto, a los que vender lo que de vivible pudiera haber a cambio de seguridad. Así, futurito tras futurito, como si fuesen los parciales, nos va llegando el Futuro definitivo, la muerte ver­dadera.

De este negocio hemos mamado y así funciona el tinglado. La pura moral: "Si algo cuesta trabajo y sudores negros, pues es que tiene que ser bueno; y cuan­to más sacrificio, más bueno". Y nosotros ... a obedecer.¿Para qué?¿Por qué? ¿Cual es el pecado para estas mortificaciones, hermanos penitentes? Y el caso es que si por arriba ya estuviesen seguros de que nada se puede es­capar al Plan, no seguirían, como siguen, preparando nuevos planes cada vez más acelerada y sañudamente. Parece que con un sólo examen se dejaba demasiado tiempo para darle vueltas al tiesto entre los estudiantes (y vaya usté a saber si alguno se perdía por el camino olvidándose de cursos y carreras). Así que ¡Tomad exámenes de Febrero! y ¡Vive Dios! que, en el colmo de la estupidez y la mas triste sumisión, hasta consiguen hacer salir a los estudiantes a la ca­lle... reivindicando más exámenes y más Futuro, pidiéndole a Dios lo que más le gusta dar (Dios es aquí, ya lo imagináis, el de Banca, Ministerios, etc.).

Nosotros, por aquí abajo, no sabemos más que lo que nos imponen, y nos gusta­ría saberlo cada vez mejor. No tenemos nada a cambio porque no sabemos el fu­turo y queremos saberlo cada vez menos, pero sabemos que el cambio continuo es precisamente el truco para que nada nuevo pase (aspiración suma del Poder). No caigamos pues en la trampa de imitarLos, de ir a proponerles a Ellos alter­nativas y demás monsergas como la Ley manda. ¿Qué mejor sitio entonces para saberLos, para estudiar de veras que estas aulas y pasillos por donde nos lle­van o llevamos (que da lo mismo) de un examen a otro? Esta es la única política que cabe a los que no quieran hacer la mortal y aburrida Política del Se­ñor, que es Política contra la gente, contra el pueblo. Por esto se hacía este escrito; por si fuera posible decir que no; por si no está todo dicho ya. Con el deseo de que empolles y demás penitencias no hayan aún embotado del todo razón y corazón (dos cosas que no sabemos, pero que sentimos inseparables). Que no se cierre por tanto la herida aunque tengamos, por ahora, que seguir examinándonos y aguantando.