lunes, 7 de abril de 2014

A la gente del corro de las asambleas...

A la gente del corro de las asambleas va este recuerdo
de algo que de estos encuentros me queda bullendo
que por salones o plazas en público vamos teniendo
más y más gente, y da igual que seamos más número o menos:
no es sólo el rato que nos encontramos a hablar, es que luego
se queda una a solas con la impresión de que se le ha abierto
más grande la grieta de su soledad, por donde el intento
de no vivir más separados para lo que mande el dinero
sigue hurgándote ahí y te hace reconocerlo:
tú no eras una, así mande la ley que obliga a saberlo,
y no era tampoco verdad la realidad, sino eso:
que hay más que no sabes (y cuánto!) y vale más no saberlo,
sentirlo cómo te deshace tu fe en que no hay más cuento,
que sabes en dónde estás y quién eres y qué estás haciendo.
Y no es tanto el asunto que en cada asamblea se trate, los medios
o modos que vamos pensando de hacer que caiga el gobierno:
es más el sentido que tiene el seguir hablando lo bueno,
que ni sabes dónde te puede llevar o traer, pero es cierto
que te hace vivir de alguna manera, que sigue escociendo
la herida que, en esto de hacernos reales y satisfechos
con ser cada cual el que dice su nombre y que hay que creerlo
más que si fuera el catecismo mismo, tenemos
abierta y sangrando al aire en la piel y no puede por menos
de hacerte decir que no, que no me lo creo y que siento
que siguen abiertas posibilidades sin fin de no serlo
o cada vez menos y más deshacerse en mil y un encuentros
y hacer cualquier cosa que diga que no y no sabemos:

hay algo que quiere vivir sin fronteras ni ley ni dinero.

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