sábado, 5 de noviembre de 2022

¡YO NO SOY UNO, SEÑORA!

 

Cuando te grito, señora,

y hacia ti la voz se me desparrama

y con ojos helados

de pasmo te llamo

imposible y desesperada,

 

yo no soy uno, señora:

soy legión, y somos la caravana

de los pobres difuntos,

los hijos del miedo,

que por mí y en mi voz te hablan.

 

Ellos soy yo, que tiritan

como al viento cierzo las hojarascas:

ellos, los que cayeron,

o caigo o caemos,

sin que nunca se entienda nada.

[…]

 

¿No se trataba aquí de un recordatorio o aniversario de difuntos, deUn difunto?  Pues, este trozo, por ejemplo, que les saco aquí de la canción 17del Libro de Conjuros (Editorial Lucina), puedeacaso dar pié para volvernos a estrañar de eso que los hombres llaman‘muerte’, ésa prevista y anunciada que nunca está aquí, y en la que nopueden por menos de creer y que celebran como ya cumplida en los difuntos.

 

Puede ser revelador recordar aquí el tratamiento que los vivos hacenen general de los muertos, porque es que nosotros, de los muertos, y de lo pasado, nos acordamos de dos maneras, no sólo distintas,sino claramente enemigas la una de la otra. Por un lado nos acordamospor esa vía de la celebración de los muertos más o menos ilustres o santos y de los aniversarios con sus fechas de nacimiento y de muerte en la lápida y todo eso que ya saben: así nos acordamos, de esa manera traidora, como si creyéramos que la muerte nos ha dado el derecho de confirmar su ser tranquilamente y ya sin ninguna duda ni protesta en contra. Vamos: una pura renovación de lacondena.

 

Pero ya están tal vez sintiendo conmigo que aquella no era toda lamemoria que se nos daba. Contra esa falsa memoria, nos queda esa otramemoria indefinida, vaga, sin orden ni concierto aparente, sin qué, nicómo, ni dónde determinados, que nos asalta a veces cuando menos loesperamos. En esa memoria en vivo podemos, por ejemplo, acordándonos de muertos diversos, saltar tranquilamente defechas remotas a cercanas y de uno a otro muerto, como siestuvieran en el mismo sitio, porque no hay motivo ninguno para que en esa memoria se mantengan las personas tan distintas unas de otras.

 

Porque, justamente, tratar de domesticar a la muerte y de enterrar las voces vivas bajo la losa de la Cultura por esa vía de la celebración de losmuertos más o menos ilustres es una necesidad del Poder (del Estado y del Dinero y también de laSuperioridad de Uno mismo, pues son la misma la Ley de dentro y la Leyde fuera). Es con esa memoria puramente histórica con la que se sirve,nos servimos, de los muertos, pues los ponemos al servicio del Dinero o sea, del Futuro, o sea, de nuestra propia muerte.

 

Y esto que hemos dicho de ellos, claro, es lo que se hace también con éstos que se supone que estamos vivos: se procura que cada uno sea elque es y que se lo crea, y eso se lo copiamos a los muertos, y, claro, porque si entre los vivos hay alguna posibilidad de que algo que nos quede por debajo de cada Uno replique y diga “No, yo no soy ése”,  “de verdad no soy Uno”, entre los muertos -digámoslo piadosamente- parece que es más difícil. Por eso cualquier celebración de cumpleaños resulta tan fúnebre como ustedes sienten (o deberían).

 

“Entonces ¿qué?”, me dirán. Pues, por si acaso, les digo algo que sepuede hacer con ellos (y con nosotros de paso): partiendo de esa lucha contra la falsa memoria,  de ese estrañamiento de nuestras ideas acerca de la muerte que nos están matando en vida, se puede no traerlos con la conmemoración a la Realidad, al movimiento de los Nombres Propios para la producción de formas de Dinero, con lo cual los resucitamos… no a la vida, sino al Ser, aprovechándonos de que están muertos.

 

Y se puede, en fin, seguir acompañándose de algunos de ellos, los que nos hablen aún ahora con la gracia de las palabras que se quedan prendidas a la memoria, que digan algo removedor, alguna pregunta viva que nos hiera y nos libre, de puro interesante, de prestar oídos a la cháchara de la idiotez mayoritaria, que nos quite las ganas de reproducirla (falta nos hace). Se puede quizás así dejar a los muertos la libertad de no ser lo que son, lo mismo que deseamos para cualquiera de nosotros los vivos: la libertad de no ser el que se es, o de serlo, con suerte, menos, es decir, de no estar muertos del todo y así -¿quién sabe?- tal vez dejar abierta bajo el alegre cielo de los vivos la posibilidad de una vida confundida con el recuerdo, libre de fechas y de nombres propios, inmanejable para el Poder, que ya no sepa ella misma de quién es.

 


 

 

 

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