lunes, 6 de febrero de 2012

DECLARACIÓN DE LAS VÍCTIMAS DEL AUTOMOVILISMO


Declaramos que se consideran incluidos como tales

no sólo quienes hayan sufrido más directamente cualquier atropello de la carretera (aquí no creemos que sean “accidentes”: sabemos que ese destrozo multitudinario de vidas es un producto necesario del tráfico por carretera) o cualquier percance más o menos mortal también en todas esas competiciones que organizan de coches y motos;

o quienes más padezcan 

-el horror por los malos humos y por la arritmia que la invasión del automóvil nos hace sufrir en cualquier paseo por las calles y, junto con él,
-el horror del ruido permanente del tráfico, noche y día, que llena muchas veces hasta los mismos dormitorios y habitaciones de las llamadas viviendas (rara vez ya casas) donde solemos andar metidos,
- el horror de verlos a todas horas por todas partes, lo mismo en imagen a todo color que de cuerpo presente;

también quienes se ven “obligados” por la fuerza de cualquier necesidad creada

 -a comprarlos,
- a venderlos,
- a fabricarlos,
- a sacarse el permiso de conducir,
- a trabajar en la publicidad del auto (y en la llamada “información”, televisión y prensa de todo tipo, que sirve de escusa, relleno y soporte para los anuncios de coches),
- a colocar los anuncios de la publicidad del auto,
- a reparar sus averías,
- a trabajar en cualquier cosa relacionada con gasolinas, desde grandes petroleros a gasolineras o industrias de derivados (plásticos, gases, etc) o incluso guerras por el oro negro,
- a trabajar en cualquier cosa relacionada con carreteras, desde los puestos de peaje y las obras de mantenimiento y costrucción de más “autovías” o como se llamen, a los puticlús de carretera pasando por todo eso que llaman zonas de servicio, y enormes aparcamientos, supermercados, discotecas y negocios de esos que tienen las carreteras a los lados,
- a trabajar de guardias de tráfico (agentes de movilidad los llaman) o funcionarios del tráfico  encargados de las multas y de otras mil burocracias del tráfico y sus permisos,
- a trabajar como bomberos y personal de ambulancias vario que atienden los costantes “accidentes”,
- a trabajar en los penosos trasportes por carretera, especialmente de camioneros, pero también con autobuses y autocares,
- a trabajar para mantener un auto propio o más de uno, conducirlo, aparcarlo, limpiarlo y pagar todos los costantes gastos que tiene la criatura,
- a sufrir los viajes en el auto familiar, sean de vacaciones o de trabajo, las conversaciones a todas horas sobre autos, sobre multas, y muchas más penalidades que no caben en una hoja;

y quienes padecen o han padecido por causa de

la ruina de los verdaderos medios de trasporte, inutilizados por la mala idea de vender coches a todo cristo. Los que han visto como se echaba a perder el uso del ferrocarril y del tranvía delante de sus ojos sin que nada pudiera impedirlo, dados los tremendos intereses que sostienen el negocio del Automóvil y la Carretera contra toda razón y contra cualquier sentido común que pudieran aplicarse a resolver el asunto del trasporte de mercancías y viajeros, por la locura que aquí denunciamos: la imposición del Automovilismo.
Todo esto en lo que se refiere a víctimas más o menos humanas, pero no podemos olvidar a otros que vienen siendo víctimas de lo mismo: ciudades, pueblos, campos, animales, mil cosas.

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