Estuvimos el otro día hablando del Gnôthi sautón -del 
'Conócete a ti mismo'-, y poniendo como caso del conocimiento de uno 
mismo también la penetración y, ocasionalmente, la declaración hasta 
de los secretos más íntimos, que se supone que sólo uno puede 
conocer. Justamente, con eso estábamos tratando de entrar en las 
intimidades. Esta incursión a las 'intimidades' -representadas por 
uno mismo y sus secretos más íntimos- siempre hay que hacerla -y 
a esto también estamos acostumbrados- poniéndola en relación con 
las 'ultimidades', es decir, lo más de fuera [y, por cierto, que estos 
términos que son cultos: 'íntimo', 'último', 'intimidad', 
'ultimidad', habrá que decir que son, simplemente, unos superlativos 
latinos: intimus quiere decir 'lo de más adentro', ultimus quiere 
decir 'lo de más afuera', 'lo de más allá posible', y por supuesto, 
estas dos incursiones-excursiones, estos dos modos de atacar tienen que 
darse siempre el uno con el otro.] 
Lo que estábamos diciendo respecto al conocerse a uno mismo, lo 
entendíamos en el sentido de que ese superlativo 'íntimo' venga, de 
alguna manera, a saltar un límite más adentro del cual uno mismo ya 
no está: esa es la vía de la 'intimidad'. Y esta vía es la que va a 
la par con la vía de la 'ultimidad'. Es decir: un pensamiento que 
salta el límite y se va o se pierde más allá del límite. Estas dos 
son las dos maneras de una táctica que, después de todo, es la misma: 
la misma táctica de destrucción de la Realidad, es decir, 
destrucción de la ilusión, destrucción de la fe -que todo es lo 
mismo, puesto que la Realidad sin Fe no se sostiene. 
Cuando se propone esta incursión-excursión hacia lo íntimo y hacia 
lo último para saltar el límite, lo que se está atacando -aunque 
sea sin decirlo explícitamente- es la confusión habitual tanto en 
lo uno como en lo otro: la confusión esencial respecto a uno mismo es 
que uno, al penetrar en uno mismo, al conocerse cada vez más al entrar 
más en uno mismo, puede llegar a... ¿a dónde? 
A nosotros nos parece que no hay sino dar ese salto del límite. Pero 
la fe es muy fuerte, y la fe en uno mismo es como la entraña misma de 
toda la Fe que sostiene la Realidad. De manera que uno aspira, por 
vías prácticas, por vías incluso místicas, a penetrar más y más 
en su conocimiento hasta llegar a saber quién es. 
Vamos, que lo que se pretende en este error es que el uno -uno 
mismo- es nativo: ha nacido, tiene un nacimiento. Este es el error, y 
es un error que se atestigua de la manera más familiar, puesto que a 
cualquier niño, no sólo desde el momento en que se le bautiza, ni 
desde el momento en que nace, sino desde antes, ya se le considera tal 
y cual, ya se le intenta hacer 'uno'. De manera que la fe llega hasta 
ahí, y esta es una de las maneras del error: el creer que uno es 
nativo: que uno ha nacido alguna vez. Esto es justamente, lo que ese 
quiebro, ese salto al límite, trata de evitar. Como hemos mostrado 
muchas veces: uno no ha nacido nunca; y el penetrar en la intimidad, a 
lo que debería llegar es 'a caer allí donde yo no estoy', 'en un 
nacimiento de algo que no soy yo'; y esto quiere decir -desde el 
punto de vista de la negación- 'romper la creencia en la natividad': 
llegar a la evidencia de que esa natividad es costitución. Es 
costitución, igual que las de los Estados, igual que cualquier otra 
forma de costitución. De manera que hay un punto de costitución de 
mí mismo, un punto de costitución de 'uno'. Aquí ya, costantemente, 
aludimos a ese punto como el momento de la condena a muerte, siempre 
futura; porque aquí se revela el engaño que está por debajo de todos 
estos, -respecto a principio y fin-, del descubrimiento al que 
aquí venimos, una y otra vez, de que el fin es el principio: y por 
tanto, la condena a muerte de uno es principio: nacimiento. Nada de 
nacimiento o nada de natural es el principio: la costitución: la 
costitución de uno es el principio. 
De manera que ¿cuál es la propuesta de esta vía?: llegar a descubrir 
esto, a fuerza de conocerse uno mismo: llegar a descubrir esto que 
ahora estoy diciendo -por desgracia- en general, para cualquier 
uno. Naturalmente, es deseable que ese yo, personalmente, lo descubra y 
lo palpe para mi propio caso, que no es más que un caso entre los 
casos: el descubrimiento de mi falta de natividad, de que mi única 
Realidad verdadera es mi costitución, y que mi costitución es mi 
Futuro, es decir: mi muerte, mi condena a muerte. Si uno penetrara 
hasta ahí, y saltara ese límite de la intimidad, evidentemente, se 
vendría al nacimiento de lo desconocido: al nacimiento de lo que no 
soy, ni es uno, ni es nadie. 
El 'Conócete a ti mismo' puede ser, por tanto, esta vía de 
penetración, que llega al descubrimiento de la mentira de la natividad 
de uno, la presencia del fin en su principio, su costitución por la 
muerte, y que -por tanto- al penetrar más adentro todavía, ya va 
'adonde no se sabe', 'a lo que no se sabe': descubrimiento de la 
mentira de la Realidad que es como el venir a vivir o a dejar vivir 'lo 
que no se sabe': la verdad que no se sabe. Pues esto es lo que no se 
puede nunca hacer si no es al mismo tiempo lanzándose en el sentido 
opuesto: hacia la 'ultimidad'. Esta vía de penetración exagerada en 
'lo íntimo', tiene que darse a la vez con la excursión -igualmente 
exagerada- hacia 'lo último'. 
¿Cuál es aquí el error correspondiente de nuestras ideas y también 
las de los científicos, respecto a esto, en paralelo? El error, en el 
caso de uno, era el de hacernos creer que uno es nativo: que nace. 
Respecto a lo de fuera, es lo mismo: el error es creer que hay una 
natura (que hay algo natural) y que por tanto la Realidad se puede 
tratar como si fuera 'naturaleza', llamándola 'un mundo', 'una 
colección de mundos' -como hacen también los físicos- porque el 
error es pervasivo, el error está por todas partes; y lo que en la 
tertulia se hace, es justamente, romper ese límite que está en esa 
creencia de ir más allá: descubrir que de lo que hablamos no es de 
natura, ni de nada natural, sino que hablamos simplemente de la 
Realidad, y que la Realidad no es nativa, no es natural, no es nada de 
eso, sino que es lo mismo: costitutiva. Es costitutiva, y está 
costituida  -como sabemos también- a partir del tiempo real (que 
nace, que arranca desde el Futuro, desde el fin) y que es justamente el 
fundamento de la Realidad. 
De manera que salir más allá de 'la ultimidad' quiere decir 
'reconocer' este carácter 'no natural' sino 'costitutivo' de la 
Realidad en conjunto; no 'del mundo', ni de 'este mundo', ni del otro: 
de la Realidad; de la Realidad sin más; de lo que existe en cuanto 
existe, naturalmente, de esa manera; porque decimos -medio en 
broma- de nuestra aventura: 'dejarse caer más allá', donde no es 
que no haya nada, sino que simplemente es   l a   v e r d a d ,  lo que 
no se sabe: lo que queda fuera de la Realidad, que -como siempre 
hemos dicho-  al romper ese límite, no es que más allá no haya 
nada -por la misma razón- porque eso querría decir, justamente, 
que entonces, la Realidad -como ella pretende- es a su vez 'todo lo 
que hay'. Lo que descubrimos es que 'la Realidad no es todo lo que 
hay', entonces, está claro que la rotura de ese límite de 'la 
ultimidad' ha venido de una manera paralela a dar en eso: el penetrar 
en uno mismo, no puede sino venir a dar en el descubrimiento de su 
mentira, salirse más allá de la Realidad, y quiere decir: 
descubrimiento de lo que no se sabe igualmente: la verdad de lo que no 
se sabe. Y entonces, estas dos cosas deben ir la una con la otra. 
Ahora sería bastante fácil a cualquier amigo decirle de qué se ha 
estado hablando; de manera que como es bastante fácil decirlo, hay que 
preguntarse con renovadas fuerzas ¿por qué es tan difícil?, ¿por 
qué es tan difícil darle a nadie ninguna razón de qué es de lo que 
se habla?