Una advertencia sobre el hablar o razonar sometido a planes y fines 
(tanto de "revolucionarios" como los del Poder y sus ejecutivos) (o 
cómo no se pueden usar las armas del enemigo inocentemente) 
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Domina en nuestro mundo una idea, profundamente arraigada (desde la 
antítesis griega de érgo  "de hecho", frente a lógo   "de 
palabra", hasta la teoría política reciente sobre el paso de 
teoría a praxis), que contrapone el hablar o razonar con el hacer o 
práctica real. 
Al separarlos de ese modo, con ello se justifica y 
consolida el esquema de relación entre ambos que rige en el comercio y 
la política habitual, a saber: 1) se habla o razona para llegar a una 
conclusión, 2) de esa conclusión se deriva un proyecto, programa o 
plan de acción, 3) se pasa a la práctica y se realiza el plan 
establecido. 
Ya se entiende que mediante ese esquema, se trata de 
asegurar que la acción no consista en otra cosa que en hacer lo ya 
previsto, es decir, hacer lo que ya está hecho; que es justamente lo 
que conviene para el sustento de las estructuras de política y 
comercio establecidas y el éxito de sus negocios. 
Y se trata, por otro lado, de que el hablar o razonar, como 
sometido que está a la busqueda de conclusiones y a la acción futura, 
resulte falto de interés en sí, puesto que,  al estar destinado a 
sostener una idea y servir a la presupuesta acción futura, apenas 
podrá el hablar o razonar (salvo por fallo de la máquina) venir a dar 
en hallazgos, invenciones ni descubrimientos inesperados. 
Ese esquema de la acción también puede describirse más 
sintéticamente así: que la separación entre el hablar (de la 
acción) y la acción (de lo previsto) consigue, al poner la acción en 
el futuro, convertir todo lo que la precede en un tiempo vacío, donde 
no va a hacerse nada (más que lo que va a hacerse), donde no debe 
suceder nada (más que lo que está ya sucedido en el futuro). 
Y es así como, al mismo tiempo que a la acción se la hace 
siempre futura (prevista, ideada o planeada por discurso previo), se 
consigue que el discurso o discusión preparadora de la praxis se 
vuelva, por así decirlo, aburrido por esencia, privado como está de 
todo elemento de sorpresa o inesperado: testimonio, las reuniones de 
negocios, los diálogos de políticos (estén en el poder o estén 
organizandose para la acción futura) o el mismo discurso académico, 
destinado a hacer saber lo ya sabido. 
A la vez que la acción de lo ya hecho crea, por su 
planeamiento, el tiempo vacío que le conviene, tambien queda sumido el 
hablar y razonar en el tiempo vacío así creado y, por su propio 
aburrimiento, condenado a la inutilidad. 
Por ello será tanto más oportuno recordar lo que la 
consideración desprevenida y el sentido común entiende: que el hablar 
y el razonar son una acción, y que no se sabe lo que hablar y razonar 
puedan hacer cuando se libran de su destino a la acción futura; pero 
ciertamente, lo que hablar y razonar puedan hacer, si pueden algo, lo 
podrán precisamente en cuanto no estén condenados a llegar a 
conclusiones, a sostener ideas y a elaborar planes para la acción 
futura.
jueves, 7 de octubre de 2010
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