–¿Y de qué habéis hablado tanto rato en la
peña?
–Es un poco largo de contar. Pero si nos
sentamos aquí otro rato...
–Y, en vez del vermú con anchoa que ponen en
ese pueblo, nos lleno unos vasos con la última botella de champán de saúco, si
te parece, y saco unas patatillas.
–Humm: gracias; sí. Ahora, sin los amigos que
me hicieron hablar tanto, no va a ser igual; pero si te da curiosidad...
–Sí que me da una poca. Y ya te tiro yo de la
lengua, que para eso cualquiera vale. ¿Es que te hicieron alguna pregunta?
–Sí: me preguntaron sobre… Era casi una
consulta técnica.
–¿Técnica a tí?
–Bueno, es que era
sobre cosas de lenguaje; y sobre eso (aparte de que cualquiera puede responder
si se deja pensar un poco sobre lo que sabe sin darse cuenta manejar) ya sabes
que, también gracias a lo que nos hicieron sufrir en la escuela los libros de
teXto y los profesores que te los repetían como loros y luego humillaban
a cualquiera por una falta de ortografía o de ortodoxia, he pensado y hasta
estudiado bastante; y que al cabo encontré buenos maestros, de ésos que no se
lo inventan, como decías tú cuando te quejabas en clase.
–Porque decían de
la lengua cosas que la lengua no dice, que se las inventaban ellos –sus
autoridades, vamos. Si se limitaran a decir lo que la lengua dice, no
escandalizarían a las niñas.
–Eso. Y salió la
cuestión de que a muchos les ha dado por empeñarse en que la concordancia en
masculino plural con que la economía del lenguaje resuelve casos como “Señoras
y señores: son ustedes muy feos” es un agravio para las mujeres, un reflejo de
la opresión de siglos bajo el poder masculino y patriarcal, y que la forma
“masculina” las escluye.
–Pero, en ese caso, por ejemplo, ¿cómo podrían
sentirse escluídas las señoras?
–No sé cómo. El caso es que se han puesto a
corregirlo y ya hasta escriben novelas diciendo “Quedaron todos y todas en
silencio” y cosas así.
–Y se saltan la
economía que decías. Otros hay que escriben con arrobas o con equis, y a la
hora de leer aquello, como no se puede, pues eligen decir -a o, si no, eligen
decir y escribir -e, como en un panfleto que encontré una vez, lleno de cosas
como “nuestres abogades y compañeres”, de Madrid, eh?, no de Asturias.
–Sí: eso es lo que
les pasa, que eligen donde no hacía falta. El malentendido arranca de la
escritura, claro, de la escuela, donde nos han confundido malamente: han hecho
creer a muchos, por ejemplo, que la diferencia de género de la gramática de
esta lengua y de otras, lo que llaman en las escuelas M/F, es lo mismo, ni más
ni menos, que la especificación que pide el DNI, M/V; o sea que nos han hecho
tragar sin pensar que Género Masculino significa hombre o macho /Género Femenino significa mujer o hembra.
Digo sin pensar,
porque, en cuanto se piensa, ya se ve que eso del género M/F, al ser una
categoría obligatoria para cuantos nombres entren en el vocabulario (jirafas,
rinocerontes, sierras, martillos…), no puede ya depender de esos significados o
identificaciones obligatorias para los individuos contados de la familia, sino
que es ya un mecanismo de la lógica, un EL UNO/ELOTRO, o sea un mecanismo
elemental de la máquina del lenguaje, que funda y a veces anula la oposición.
Dentro de lo heterogéneo del vocabulario, este mecanismo del género tiene usos
tan diversos como distinguir charcas de charcos, cerezas de cerezos y gorras de
gorros, además de viejas de viejos, críos de crías y sirve sobre todo, con la
concordancia, para la sintaxis. Esto está claro para cualquier hablante, que no
tiene por qué hacerse más idea de la cosa.
– Y si en el colegio nos los hubieran nombrado
como género -O y género -A, por ejemplo, nos habríamos ahorrado seguramente esa
dichosa confusión sexual.
–O general.
–Es que los
teóricos del feminismo (como cultos criados en la enseñanza escolar) tuvieron
la mala idea, allá en los Estadísticos Unidos –creo–, de fijarse en la palabra gender para referirse a la diferencia
sexual, la primera división de clases que funda las sociedades, con la que
arranca la desgraciada Historia. Y eso que, como cultos, debían saber que eso del
género no en todas las lenguas, ni mucho menos, depende, como en las nuestras,
de los pronombres personales de 3ª de singular (he/she, lo único que la
mantiene ya en inglés), que en muchas otras no tiene nada que ver, como el
género que en muchas lenguas africanas, por ejemplo, divide los nombres en más
de 4 clases, sin nada parecido a M/F, y eso no hace menos patriarcales a las
sociedades en que se hablan. Se ve que no querían decir sex, por los líos con las cuestiones del amor, que parece que
querían tratar aparte (como si se pudiera), pero eso de ponerse a decir
‘género’ les hizo empezar a mirar con sospecha el inocente juego del género
gramatical, tan útil para la sintaxis…
–Y concluyeron que
ahí tenemos el meollo de la culpa y el pecado de Adán, y que, para resarcirlo,
hay que corregir el habla y decir todos y todas, feos y feas, o decir solamente todas
o she en todos los casos,
como si por una decisión personal pudiera cambiarse de repente el término no
marcado, o como si, cada vez que se oye todas las presas, hubiera que
sobreentender las personas, cosa que no puede hacerse si no se dice
antes (que supongo que será necesario si se quiere distinguir de otras
criaturas presas, como perros en perreras o gallinas en granjas). Hasta ahí y
más puede llegar el empeño en corregirse por creer que el género -O “significa”
masculino, hombre y nada más que hombre, y que por tanto no debe usarse allí
donde hay hombres y mujeres.
–Semejante error!
–Y con esa idea se
han puesto por encima del lenguaje, que, en lo impersonal de su maquinaria, nos
sacaba de verdad de la Familia, y ya no quieren entender lo que cualquiera
entiende: que, cuando no se quiere o no se puede marcar la oposición masc./fem.,
la forma del masculino plural sirve para representar a AMBOS CON LA OPOSICIÓN
ENTRE AMBOS ANULADA, es decir, que no hace distinción, precisamente entonces no
discrimina.
– Claro: no hay
problema en decir “que los niños y las niñas jueguen juntos”. Lo que no se
puede consentir es que alguien sostenga que “los niños y las niñas tienen que
jugar separados”. Si hay que denunciar o atacar algo será algo que se diga, no
la lengua con que se dice, que ella no tiene la culpa de las ideas que los que
mandan quieren imponer. Además vale la pena aprender de la lengua cómo se ahorra
a veces mantener sus propias diferencias: no es ninguna ley dura la suya. ¿Es
por economía, una economía buena en la que no manda el dinero ni la ley del amo,
ni hay ‘todo’ ni ‘nunca’ ni ‘siempre’ que valga?
–Bueno… la lengua
tiene a menudo en marcha mecanismos para saltarse sus propias categorías y
oposiciones: una vez que el verbo indica QUIÉN, hay un mecanismo que sirve para
no decir QUIÉN, para saltarse la categoría de Persona, lo que se llama
Impersonal (como en “se habló” o “me han dicho” o “cuentan”); la oposición M/N
distingue 'cama' de 'cana', pero ante consonante o en final de palabra ya no se
mantiene y no hay manera de distinguir 'envidia' de 'emvidia' o 'atún' de
'atúm' como dos palabras diferentes: en la anulación de una oposición de este tipo,
que los gramáticos llaman privativa por estar uno de los dos términos
simplemente privado de una marca que distingue al otro, es el término no
marcado el que queda como representante de la base común a ambos, el punto de
indiferencia (lo que los lingüistas llaman Archifonema –en el caso de N/M, será
el carente del rasgo diferenciador, o sea N, que, por cierto, es lo que todos
los chicos tienden a escribir en esos casos (“canpo” como “canto”), antes de
que les impongan las tontas reglas ortográficas); y algo análogo sucede con la
diferencia entre los dos géneros de nuestra lengua, como revela precisamente la
concordancia en plural: cuando hay que saltársela, aparece la forma en -os como
la carente de marca (“el gato y la gata son blancos”, “los que no creemos que
las leyes sean necesarias para convivir…”), lo que implica que es la forma en
-as la que lleva la marca positiva. Es un mecanismo simple y funciona sin
problemas a la hora de hablar, sin que nadie tenga que pararse a pensarlo.
–Ya: automáticamente. Lo que me quedo yo
pensando es que ¿a quién le hace falta estar recordando a cada paso que somos
hombres y mujeres?
–Por ahí escuece. ¿A quién le
sirve la división social en 2 sexos, sometedor y sometido, que conoce la
historia y está en el origen de lo que luego sería el género de nuestras
lenguas (en los pronombres de tercera persona, distinguiendo por ejemplo al amo
del ama, que aún se llaman esus y esa en latín arcaico, erus/era en el latín posterior, en la
diferencia he/she, único resto ya en inglés,
aplicado también a animales de interés económico como she-goat,
nanny-goat/he-goat, billy-goat)?
¿Será que al someter a la gente a su servicio, les toca a los criados
distinguir los mandatos o caprichos del señor de los de la señora? Aún en no sé
qué obra de Cervantes la criada llama Ella al ama. Pero, ese empeño en
identificarse como señoras o señores o posesiones suyas, a la hora de
entendernos hablando la gente, sobra ¿no?
–Eso: ¿a quién le hace falta?
–A mí no me hace ninguna; es más: me repatea que
me recuerden esa condena. Pero sospecho que le interesa a Uno que nos cuenta
como un padre que dijera “hijos e hijas míos y mías” o, bueno, “hijos míos e
hijas mías”.
–Ya: que le interesa a Dios, al que pretende
tenernos a todos conocidos, el Sumo Observador. Para eso dice en su libro que
los creó mujer y varón y tal en cuanto hizo la Semana.
–Parece de lo más paternalista y patriarcal
¿no?
–Y tanto, como el
Estado que nos cuenta y numera por igual como Personas para que le votemos. Pero
no se lo digas a los que intentan hablar o al menos escriben ajustándose a
alguna ley “de trato igualitario”, que ellos creen que así están atacando una
forma de machismo, o por lo menos se las dan de no-machistas.
–Sobre todo se las
dan, sí, de paladines de los derechos de la Mujer (Trabajadora, claro) o de
enemigos del patriarcado, porque en el Estado no patriarcal del Futuro que
piensan conseguir así... En fin: yo qué sé qué pueden estar pensando. Acaban
usándolo como un símbolo, como quien saca una bandera. No se ve que disminuya
ninguno de los abusos que el poder ordena a los hombres contra las mujeres.
–Cómo van a
disminuír, si éste es uno más: para mujer, la lengua materna, que es lo que
está oprimido desde que hay leyes
escritas en lenguas oficiales y al lado de cada general un ministro de Cultura,
Ciencia y Deporte que, sin parar, manda hacer exámenes, experimentos, ejercicio.
Y que en nada cambia la cosa –ya lo hemos visto– porque una mujer se haga
ministro o soldado. ¡Como si no pudiéramos ser otra cosa que lo que la Sociedad
mande y salirnos de una maldita vez de la triste historia o película de
víctimas y verdugos que nos cuentan una y otra vez sin dejar entender nada de
lo que ocurre!
-Que ni tú ni yo
podemos reducirnos a súbdito ni a súbdita de su Ley sin padecer en lo más vivo
y perder la gracia del hablar desmandado. Sí, que no nos hagan pasar como
natural, física o verdadera la condición de individuo personal con su sexo
correspondiente, que no nos la impongan, es lo mínimo que se puede pedir a la gente
que hable contra el Poder: que no imite a los medios educativos o
publicitarios, que son los que lo hacen.
-Y que hagan lo que
quieran las personas concienciadas, pero no van a evitar que a la gente (ahí
donde no somos ni hombres ni mujeres, ni niños ni viejos, donde estamos tú y yo
oyendo-hablando la lengua, que en ningún idioma distingue yo masculino de yo
femenino) le suene ridícula y con razón esa insistencia; y si no se ríe muy
alto, es porque el asunto ha tenido cierto éxito. Hay que arrostrar la acusación
de machista para el que se atiene al uso de su lengua materna, que no sabía
nada, la pobre analfabeta, de su degradante sumisión y machismo congénito. El
caso es no dejarse hablar nunca sin miedo a alguna censura, sin tener encima a
un corrector de estilo. Tanta presunción como para pretender corregir el
lenguaje de la gente y cargar de conciencia el hablar…
–Ignorando sus más
simples mecanismos, que no responden a las ideas que los adultos se hacen sobre
ellos pero que los entiende un niño. Aunque no quieran, con eso se ponen del
lado de la Autoridad, de los que mandan porque dicen que van con los Tiempos.
El que manda es el que informa las conciencias, el que impone su educación y su
saber, o sea su propia fe en La Realidad, contra el entendimiento libre, y
peligroso por tanto para él, de los niños, de la gente. A la gente le dicen que es que habla mal y le
cargan de ideas y miedos, que no se atreva a preguntar “¿qué?”.
–Y que el Poder, para disimular, se ha vuelto
feminista (¿cómo no va a asimilar también eso?: preocupado por la Mujer y por
el Medio Ambiente, como debe para progresar, o sea, mantenerse. Él siempre
quiso Ser Justo): ¿no has visto esos carteles de la Capital que dicen Madrid necesita más feminismo?; o será
que algunos feministas han querido reformar el Poder, o sea, que lo reconocen
como un mal necesario o inevitable y todo el rollo, y están reivindicando el
reconocimiento del Padre (o sea de las autoridades educativas y del Yo aislado de
cada individuo/a) para conseguir ese progreso que consiste en que seamos al fin
todos y todas, cada uno uno/a (tú que eras yo separada de mí, como dos yoes, en
guerra o en paz sometidas a esa mentira que nos deja sujetas a este sufrimiento
que llaman libertad propia y no es libertad ninguna, no, sino obediencia al
propio engaño –y por eso no puede casi ni decirse en alto), y en consecuencia
digamos “nosotras y nosotros” o viceversa, y cuidado con equivocarte.
–Que ya se convierte en un sufrimiento público
si resulta algo tan sagrado que no puede nadie rechistar, como en misa, ni
denunciarlo como la vanidad y la equivocación que es. Pero ¿qué tendrá que ver
el imperio del Hombre que pisó la Luna y ya está pisando Marte en el Futuro
mientras pisotea lo que le da la gana la madre tierra para hacerle que produzca
sólo el Dinero que Él necesita, negando su riqueza, qué tendrán que ver los
líos y sufrimientos de hombres y mujeres bajo las banderas de sus estúpidas
naciones, ésas que primero ejércitos de hombres y últimamente ejércitos de
trabajadores/as (¿dónde tus hijos y tus bestezuelas, madre?) defienden y
sostienen con su carne y sangre, con un simple mecanismo gramatical,
prácticamente inhumano, ya que ningún hombre lo ha creado ni lo maneja ni puede
de verdad mandar sobre él, por más que se esfuerce, gracias a que la lengua no
es de nadie, y sólo por eso es común y para cualquiera?
–Nada: no tiene que ver nada. Y es sangrante
que se equivoque lo uno por lo otro. ¡Malditos sean todos los -ismos!, que, en
cuanto se costituye uno, parece que lo que importa es defender un símbolo y
cargarse la lucha de la lengua y la gente común contra el poder y las jergas de
los representantes del poder, periodistas, literatos, científicos, académicos, pedantes
de todo pelaje. Bueno, ésa no se la van a cargar nunca, que aquí estamos tú y
yo hablando, sin necesidad de llamarnos nada.
Pero eso que dices
del sufrimiento público sí que lo reconozco: ¿cómo se puede aguantar oír a todas
horas el diagnóstico del Régimen, “violencia de género”, cada vez que salta uno
de los crímenes ocultos bajo ‘el Amor’ y ‘la Familia’, que reinan tan
campantes, más que nunca desde que han superado hasta la necesidad de
diferencia sexual de la Pareja, pero sobre todo desde que la violencia resulta
ser “de género”?
–Como si se produjese por ser de género
distinto una pistola y un cuchillo o un hombre y una mujer en esta lengua.
–Ya ves: a eso
suena. Y con esos rodeos y rebozamientos, las istituciones, que están fundadas
en la violencia y la mentira y que sólo con mentira y violencia se mantienen,
se salen todas de rositas. Ahí tienes el truco: colarle a la gente denominaciones
e ideas que confunden y disfrazan los problemas de verdad, que impiden entender
hasta el punto de quedarnos tan tontos que ya sólo sabemos protestar contra lo
que ellos nos dicen: contra la falta de “polideportivos” en los pueblos y no
contra el Deporte (militarismo encubierto, negocio fenomenal), contra el “desempleo”
y no contra el Trabajo-Diversión que Estado y Capital imponen, contra el
“terrorismo” y no contra la locura mortífera del poder de todo Estado, contra
la “violencia de género” y no contra la tiranía del Amor o de la Familia,
contra el “sexismo del lenguaje” y no contra la tiranía insoportable de ideas
como la de Dios y todos sus representantes: astracciones ideales que se imponen
sobre nosotras las cosas vivas, llámense el Dinero o el Hombre o el Ser humano
o la Humanidad o la Persona o Uno mismo o la Mujer o la Tercera edad...
–Y que con ellas todo se reduce a números.
–Sí, y a jugar a la lotería toditos y toditas,
que la vida es una tómbola.
–Ay, que nos la han vendido.
–Ay, que nos la están vendiendo. ¡Ay!
…
–Oye, Ana: y ¿qué
hacemos con los amigos que ahora mismo se encuentran leyendo y quizá hasta
escribiendo esforzándose por ajustar el habla cotidiana a cosas así como las
que criticábamos?
–Pues mira:
mándales esta conversación misma a la revista (aquí ha quedado grabada en el
chisme) y que la trascriban si quieren, a ver si les da por quedarse un rato
pensando con nosotras en contra de esa equivocación en la que hasta gente
luchadora y bienintencionada ha caído, con las prisas. Y si pueden también
reírse un poco de lo fácil que se nos puede hacer creer cosas que no son, tanto
mejor.
–Sí. Reírse un poco
de los títeres del régimen, da igual si está una misma entre ellos, y caiga
quien caiga nunca está de más: no vayamos a creernos personas respetables.
–No, Ana: eso no. Demasiado hacemos por ahí personalmente
el ridículo.
–Como dicen por ahí: es lo que hay.
–Es lo que hay, ¡tu padre! Echa un poco más de
eso tan rico, y brindemos por que viva al menos el buen humor.
–El buen humor que nace del desengaño: ¡que
viva! Ya seguiremos hablando, si nos preguntan algo más.
Ana del Campo
con Ana de la Fuente