miércoles, 23 de diciembre de 2009

Carta a los de la familia ¿Navidad otra vez?


Como una bola de nieve falsa lanzada a rodar desde lo alto que amenaza aplastar  el nacimiento con todas sus figurillas, como no puedo menos de sentirla venir (que a ver quién se libra) y de encontrármela ya istalada con todos sus anticipos (ya sabéis: anuncios desde hace por lo menos un mes, derroche de lucecitas de colores, escaparates despampanantes rebosantes con los artículos de la felicidad que se compra para todos los paladares, números de lotería para todos los compañeros, planes y planes de viajes y  comilonas y encuentros con los seres queridos, muchedumbres impacientes por hacer el ridículo en masa inundando los lugares de la compraventa con los mismos gorritos y cuernos y pelucas del año pasado, declarando con su desvergüenza la vergüenza que nadie quiere sentir, familiares embaucando a sus tiernas crías, que piden ansiosas que les embauquen y les prometan el oro y el moro para las fechas señaladas...), os envío esta carta no ya sólo para deciros que no contéis conmigo, que no voy a poder cumplir como está mandado, sino también para animaros a desobedecer por una vez: que también vosotros podíais dejaros arrastrar por la desgana o la pereza de cumplir con el cansado y consabido programita de cenas y jolgorios reglamentarios. Que lo celebren ellos -¿no?-, los que lo necesitan. Quiero decir ellos: los grandes almacenes con sus grandes números de clientes, los ayuntamientos, las empresas,  políticos y banqueros, reyes y pontífices, los medios de formación de masas de individuos con la televisión a la cabeza, los bloques de pisos recuperando el número completo de miembros aún con vida de cada nicho familiar, los automóviles que tienen que petardear al compás de las fechas del año prometido; que lo celebre papanoel, ¡vaya!, y los que tienen siempre tanto interés en hacer que los niños que nazcan reciten el credo que les toque y no se dejen pensar ni hablar como Aquel otro cuyo nacimiento dicen celebrar, que ése decía algunas cosas que no conviene dejar que suenen, y doctores tiene la Iglesia para esplicarnos cómo no atentan en realidad contra la fe de los padres y de la familia entera y de la humanidad entera, como atentarían si se oyeran de verdad. En fin, que no saben lo que hacen, pero todo su empeño es disimularlo y decir que sí, que cómo no: que si tradición, que si turrón, que si fechas van y fechas vienen y que si paz y amor en medio de la guerra y del dinero. ¿Y vamos a ser nosotros también de la misma Familia del Género Tonto, con las caras que se nos están poniendo de tanto obedecer?  

martes, 22 de diciembre de 2009

M A N I F I E S T O de la COMUNA acerca de EDUCACIÓN

M A N I F I E S T O de la COMUNA acerca de EDUCACIÓN



Decir NO es lo solo que sabe y puede hacer lo que entre la gente quede de pueblo y de común por debajo de las personas, sometidas al Poder y que por tanto no pueden hacer de veras nada en contra de Él.

Lleno está el mundo de protestas, más o menos bienintencionadas, y denuncias contra ciertos abusos exagerados y horrores detonantes que a unos u otros les eche encima la Administración: partidos y sindicatos de oposición a tal o cual tipo de Estado o Capital, asociaciones en defensa de los más escandalosamente oprimidos y desvalidos, novelas o películas que quieren poner ante los ojos del gran público las penas y miserias de guerras, o pasadas o casi contemporáneas, de pestes y esclavitudes promovidas por la Fe o la Patria de los amos o el Negocio por todo lo Alto...

creyéndose que todas esas denuncias van a hacer algo contra el Poder, algo que valga más que el daño que en tanto hacen al colaborar con Él como críticas dentro de Su Orden, constructivas, o al servir como espectáculo que horrorice un rato y reconforte a los que no se sienten tan oprimidos o machacados.

Y hasta vendrán días, como tantas veces ha sucedido, en que un Estado, empujado por enredos de su Economía, mande alistar jóvenes para una guerra contra Otro que se preste al caso, o que les exija sacrificar el tiempo de sus vidas a la Fe en el Futuro que el Poder y sus Medios les presentan, o que los mande a emigrar en masa a buscar los Centros que el Capital haya montado para Sus manejos y a vivir en los recovecos de sus basureros y a criar en ellos hijos para el Cielo, o que les ordene dedicar los años de su juventud y más allá a trepar por una escala de puestos, oposiciones, promociones a cargos cada vez más altos y más serviles, sin que se distraigan del tráfico parándose a pensar en lo que les está pasando, sino a completar su formación con las diversiones o juguetes que al Amo quiera venderles o regalarles.

Y entonces, cuando lleguen esos trances de guerras o ruinas o vacíos o desastres más declarados, vendrán, como otras veces, los que quieran llamar a los chicos y chicas a la rebelión, a tener el valor de desertar y de no tragarse lo que les mandan.

Pero entonces será demasiado tarde: ya desde niños los habrán educado en la obediencia, en casa, en la escuela, por la pantalla, en los estadios; ya estarán hechos a tragar sin sentir los sustitutos: los habrán convencido, más o menos a regañadientes, de que lo que se les manda que crean o que compren es bueno, que no tienen más futuro que el Futuro que los mayores y los Medios les ofrecen y para el que los preparan.

Y, así educados, el intento de algunos de rebelarse y desertar, en medio de la avalancha de las mayorías obedientes, claro está que ha de volverse tan penoso y costoso que ya tampoco valga la pena luchar por sostenerlo.

La (contra)educación tiene que haber empezado mucho antes: haberse criado la costumbre de decir NO, sin distinción alguna entre tipos de Amo, de Educador, de Nación, de Cultura, de Banca ni de Marcas de Productos; en la casa, en la escuela, en los bares, en los Centros de Formación que les toquen a los niños, que sepan aprovecharse (claro) con buen oído y apetito de cualquier cosa que por ahí, por descuido, les pueda caer de bueno, deleitoso de veras, descubridor, desengañador, pero sin creerse nada, y, a cualquier recomendación de aplicar eso para ser como han de ser y para el futuro que de mayores les espera, reírse por lo bajo y desentenderse de ella tranquilamente.

Esa (des)educación es lo que puede valer algo contra la Administración de muerte que el Poder les impone a las gentes y a las cosas. Así que lo que hay que hacer, y siempre se puede gracias a lo que a los mayores les quede de limpio y desengañado, es enseñarles a los niños y niñas y a los menos formados a desobedecer sencillamente, sin distraerse con las fachas de tal o cual padre o profesor o presidente o Régimen que les toque, a decir NO a cualquier mandato, a cualquier información o doctrina que les venga de arriba, de cualquier puesto del Poder.

PARA DESCONFIAR DE LA APLICACIÓN DE LOS MEDIOS TECNOLÓGICOS EN EDUCACIÓN.

Para entrar en el tema debéis fijaros en lo más directo y en lo más real, que es, como sabéis, el dinero. El dinero es la realidad de las realidades; por lo tanto, ahí tenemos un camino para entrar en el asunto.

Observáis que el Capital y el Estado bajo el Régimen que hoy padecemos, el Régimen del Bienestar, son lo mismo: los ejecutivos del uno son los ejecutivo del otro, sin más diferencias. Observad que el Capital tiene un enorme interés en la aplicación de los medios tecnológicos en Educación. Esta es una observación directa: hay un gran interés en imponer la aplicación de los nuevos medios que van saliendo, como si se tratara de una necesidad de primer orden. Considero que hay que preguntarse por ese interés. La respuesta a dicha cuestión va a depender de lo que creáis respecto a si lo que es bueno para mover capital es al mismo tiempo bueno para la gente, o, por el contrario, no creáis tal cosa; como me sucede a mí en estos momentos que os estoy hablando.

Naturalmente la cosa pende de ahí. Por supuesto, quien siga creyendo que aquello que evidentemente sirva para mover capital también es bueno para la gente, ya tiene la respuesta. Quien no se lo crea, naturalmente tiene, si no la respuesta, sí un motivo de desconfianza muy profundo, que es en el que voy a insistir. Y ahora y desde ahora yo no me lo creo: entiendo que haya quien se lo crea porque se utilizan engaños como, por ejemplo, decir que lo que sirve para mover el capital es algo que da más vida a las ciudades (es uno de los cuentos que suelen contarse) o que eleva el nivel de vida de una manera o de otra; o que, en el caso de la educación, abre perspectivas que sin ellos no estarían abiertas de ninguna manera.

Consultad ahora vuestros corazones para encontrar la razón por la que cada uno se lo cree o no se lo cree.

Sobre lo que queda en nosotros de pueblo.

Naturalmente, en estos exabruptos o teoremas que os voy a contar no haré una demostración análoga a como se hace en las ciencias. En vez de demostración, cuento entre vosotros con algo que voy a llamar eco. Cuento con que por lo bajo, incluso quien esté más metido en el uso de los medios técnicos, sienta lo que hay de falsedad y de mentira en las proclamaciones que acabo de referiros; pero por lo bajo. “Por lo bajo” es a lo que he aludido como corazón y al mismo tiempo como razón común.

Cuento con eso, con despertar algo, que estoy despertando ya, en esa parte inferior de vosotros. Un eco, en ese sentido, no puede valer como una demostración, desde luego, pero mejor es sentirlo por lo bajo. Y otra cosa es decirlo, es decir, atreverse a decirlo, sostenerlo ya de una manera personal. Visto de otra forma, hay como una diferencia de pisos, de sectores: lo que hay por debajo es algo común, es lo que nos queda de sentido común, es lo que nos queda, en definitiva, de pueblo, que es eso que no existe, pero que lo hay, y sigue latiendo por lo bajo. Y luego, por último, está la persona, la situación de los intereses personales, todo lo demás que generalmente es lo que se manifiesta; pero eso ya es harina de otro costal: que cada uno de vosotros sintáis lo que sintáis y os atreváis o estiméis conveniente decirlo, es otra cosa, con la que no puedo contar mucho. Pero para eso estará la conversación y discusión con vosotros al final, para ver hasta qué punto podéis decir lo que sentís por debajo, en lo que en vosotros queda de pueblo.


La enseñanza como algo esencialmente negativo.

Estáis viendo en mi intervención un ejemplo de no emplear ningún medio en algo que se puede llamar acto de educación o de enseñanza con vosotros. De manera que, por lo pronto, ya se ve que en algún caso como éste no hacen falta medios tecnológicos. Naturalmente éste será un acto de educación o enseñanza, pero negativo. Aunque sea de paso, tengo que sacar también esta advertencia, a modo de paréntesis, en lo que toca al tema de educación o de enseñanza: siempre se sabe demasiado.

En contra de aquéllos que llaman ignorancia a la situación sobre la que parte el niño o el adulto cuando se le empieza a educar o insertar conocimientos, la verdad es que siempre se sabe demasiado, ya desde niños. Una educación, una enseñanza que pretendiera ser limpia, tiene que ser por tanto negativa. Es decir, hay que intentar desaprender, a un niño o adulto, de todo lo que sabe desde que tiene uso de razón, de todo lo que le han metido en la cabeza, en esa parte superior de la persona, de unas creencias, saberes, convicciones... con lo que ya un niño ha aprendido a vérselas, aceptarlas, hasta cierto punto, manejarlas pretendidamente para su subsistencia; eso es todo lo que habría que barrer, limpiar, quitar, si se pudiera, y eso sería una enseñanza.

Ya veis que esto nos coloca, entendiendo la enseñanza de esta manera esencialmente negativa, en una actitud muy diferente de la habitual para juzgar la aptitud de la aplicación de los nuevos medios técnicos.



El uso de los medios está condicionado por la idea de futuro.

El uso de los medios técnicos en educación, lo mismo que en los demás lugares, está condicionado por el futuro. El decidir qué uso se debe hacer o si es útil o no es útil, etc. es algo que está condicionado por el futuro; es decir, es una cosa que intenta estimarse, juzgarse, decidirse, en torno de la idea de lo que debería ser. Hay una idea de lo que ha de ser.

Eso (que no lo hay, por supuesto: el futuro no está aquí, por definición), eso de lo que no hay se tiene, tienen, tenemos, nos obligan a tener una idea. Ésa es una forma de saber muy elemental: es esa idea de lo que hay que ser, que colisiona con la cuestión que aquí nos traemos entre manos, el futuro, ese futuro, esa idea de lo que ha de ser, en general, respecto a la marcha de una empresa, asociación, o de cosas como Europa, o una comunidad, da igual; pero eso es lo que ha de ser. Al mismo tiempo, ésa es la táctica del poder: identificar el futuro con lo que uno quiere.

El truco esencial está en esa identificación entre el futuro del Estado y de la empresa, que se nos quiere imponer, y la convicción personal de lo que cada uno quiere, o le hace falta, o lo que está buscando, o a lo que se dirige. No se trata sólo de lo que ha de ser en virtud de las ideas establecidas: es que resulta que eso es lo que yo quiero, a lo que yo aspiro, en forma de trepar por la pirámide del Poder, de la Cultura. Es un truco que corrompe todo desde la raíz. Porque si lo que hay es simplemente futuro, es someterse a lo que tiene que venir, a la idea del destino de uno, entonces lo que uno está haciendo en este mundo es colocarse cada vez mejor según esa idea de futuro, y ganar de la manera más interesante para él y para su familia, y al mismo tiempo progresar en el sentido del desarrollo de sus ideas, hasta en forma de investigación.

Si lo que hay es eso, pues no hay nada que hacer: yo no estaría aquí, ni siquiera debería estar aquí. El hecho de que esté es una sugerencia de que no es la cosa ni tan total ni tan fatal. Es decir que, evidentemente, aparte de eso que es imperioso, aplastante, y que he llamado futuro, hay más. La cuestión de la utilidad condicionada por la idea de futuro, se presenta rutinaria en este sentido, pues es lo que estamos haciendo ahora, lo que estamos estudiando, lo que estamos viviendo, en lo que nos estamos preparando como una flecha que apunta hacia ese futuro: es lo que se llama la realización. La realización de esa idea de futuro incluye la propia realización de uno. En ese sentido de la flecha, lo que ahora se está haciendo se hace así porque se dirige hacia esa meta, hacia esa finalidad, hacia ese futuro del que hablamos.

Bueno, como siempre, las cosas se os presentan del revés, a esa flecha le tenéis que dar la vuelta, dirigirla en sentido contrario; pues lo que estamos haciendo ahora es la verdad: lo otro es la mentira necesaria, contada, la mentira del futuro, pero la verdad inmediata es que es justamente esa ideación del futuro y la sumisión a esa idea lo que está influyendo sobre la actuación, y la situación de ahora.

Sobre la utilización de la palabra `bueno´ para calificar algún uso de los medios.

Cualquiera de vosotros me diréis por qué a las técnicas hay que llamarlas tecnologías, y parece como si estuviera mandado que, si son técnicas, artes o mañas, tengan que llamarse tecnologías. Pero llámense como se llamen (aunque desde luego lo del nombre no es nada insignificante, y sobre ello luego volveremos), tendríamos que desmenuzarlo en ejemplos que nos sobran por todas partes.

La cuestión de la utilidad había que presentarla respecto al uso de diapositivas, o de esa especie de proyectores que el profesor escribe en una cuartilla, para que después a través de la proyección nosotros lo veamos, o el uso de vídeos, o el uso de los ordenadores y sus derivados, incluso la utilidad misma de la red de informática universal. A todos estos y cualesquiera otros ejemplos que se nos puedan ocurrir, es a lo que se puede plantear la cuestión de la utilidad, de para qué sirven y, por tanto, si efectivamente está justificada esta imposición que padecemos de todos ellos, como una especie de fatalidad inevitable en nuestro camino hacia el futuro.

Espero que alguno de vosotros defendáis alguno de los chismes. Sé que algunos de ellos son defendibles, como puede ser el caso del cinematógrafo en la escuela, o de los vídeos. Alguien puede decir que tiene grandes ventajas escribir sobre la lámina del proyector para que después la gráfica se proyecte en la pantalla, en lugar de levantarse y pintar la gráfica con tiza en una pizarra negra. Alguien puede intentar defender estas ventajas. Bueno, pues veremos con detenimiento las cuestiones concretas referentes a cada uno de los chismes. Porque puede incluso suceder que alguno de los chismes se le haya escurrido al Poder por entre las rendijas. Es decir, que no creo tampoco en una especie de organización perfectamente cerrada y segura, sino que admito que, de vez en cuando, alguna cosa puede pasar y no obedecer a la ley general que podamos descubrir respecto a la perversidad de los medios técnicos.

Pero eso no nos priva de poder plantear la cuestión de la utilidad de esta manera abarcadora o general, es decir en esta forma de “¿sirven para algo?”, o “tales cosas que sirven para algo, ¿son buenas?”. Hace falta mucho atrevimiento para decir “bueno” en un contesto como éste, porque esas cosas no se dicen: nadie dice “bueno”, ni se pregunta si un chisme es bueno o no lo es. Así, en una reunión semicientífica o académica, la palabra `bueno´ no se dice.

Se dice incluso que algo es positivo o negativo, o que es útil o conveniente. Pero, en general, se tiende a rehuír la cuestión verdadera de la utilidad, y en relación con ello está la casi imposibilidad de que podamos decir que algo es bueno o malo en contestos académicos. Sin embargo, `bueno´ y `malo´ son los términos de la lengua corriente, de la verdadera, de la que no ha hecho nadie, de la que no maneja nadie.

De forma que, en ese sentido, la relación con esa cosa que nos queda por debajo de pueblo indefinido, con sentido común, nos posibilita decir que algo es bueno, o, comparando, que algo es mejor que lo otro. En cambio todos esos términos que por encima de ellos se emplean, hacen de la jerga administrativa, de la jerga científica, algo que merece mucha mayor desconfianza al sentido común. Por eso os propongo, con este atrevimiento, decir que los medios sirven para hacer mejor las cosas.

Cada uno de vosotros, aunque no sea tan viejo como yo, tenéis ya un buen repertorio de años, para haber sentido desde pequeños el progreso de la aplicación de los nuevos medios técnicos; para eso cuento con todos. Entonces, os invito a reflexionar sobre lo que significa decir “hacer mejor las cosas”. En lo cual se incluye este atrevido uso de `lo bueno´; pues tiene su interés en cuanto planteamos la cuestión de la utilidad. Porque decir que los medios sirven para hacer mejor las cosas, al igual que sucedía con la palabra `bueno´, es algo indefinido a lo que no se puede responder directamente. Pero, en cambio, sí se puede decir que sirven para hacer más deprisa muchas más cosas, para hacer más y más cosas a la vez, aumentando el número de las producciones y de la variedad de productos, eso sí, progresivamente. Por tanto, los medios sirven para aumentar ese barullo, que diría el sentido común, este caos que el corazón y la razón sienten en la educación y en todo lo demás.

Es claro y visible que los medios sirven para hacer las cosas más de prisa; se trata de una carrera con el tiempo. Sin duda muchos de estos chismes sirven en principio para hacer las cosas más de prisa; por ejemplo, en los medios de transporte, una diligencia es mucho más lenta que un automóvil. Pero la mayor rapidez a su vez está ligada al interés del movimiento del Capital. Más cosas, más cantidad de cosas, más cantidad de lo mismo, es decir, ejemplares de lo mismo, y también más cantidad de variedades de las cosas diversas.

Porque el imperio de la unificación del que a veces se os habla está paradójicamente ligado siempre con el de la variación. Entonces, la multiplicación igualmente progresiva de las variedades de productos es también otra cosa que sólo con los nuevos medios técnicos se puede producir. Y esto sucede en educación y en el resto de los lugares de producción. Esto quiere decir que lo que se produce por medio de ellos es un barullo creciente, que está produciendo el caos, tanto por la superproducción como por su intento mismo de su ordenación. Sólo quiero recordados el ejemplo de la imposición del automóvil, y la producción del caos mediante la industria automovilística.

En lo que se refiere ya a la percepción u observación, y sin entrar de momento en la escuela, se puede uno fijar en el principal órgano educativo de las masas de individuos: la Televisión. No le costará mucho trabajo descubrir el mismo caos, el mismo barullo informativo en la propia proliferación de las noticias, en las variedades de productos que el medio trasmite, que es comparativamente superior a la que los más mayores pueden recordar de cuando no había televisión, cuando no había nada más que radio, y que ahora el sentido común lo ve como un aumento del barullo.


El barullo y la libertad de espresión.

Me paro un momento respecto a esto del barullo o del caos progresivo, para relacionarlo con la libertad de espresión. Es tal vez el istrumento principal y más mortífero que el Régimen que padecemos emplea, el de la libertad de espresión.

La Democracia desarrollada está fundamentada en la fe en el Individuo Personal. Es decir, el Estado y el Capital tienen un interés que todos habéis percibido a lo largo de vuestra vida, tienen un interés en que cada uno se crea que sabe qué es lo que hace, qué es lo que compra, qué es lo que vota, a dónde va, y en definitiva cuál es su destino, y cuál es su voluntad. Éste es el interés esencial. Lo que hace que este Régimen sea mucho más opresivo y más poderoso que ningún otro que podamos imaginar, es que está fundado en la fe del individuo. Porque dicho Régimen ha descubierto que la sumisión de las masas sólo se forma con individuos, cada uno de ellos confiado en sí mismo, de la manera más perfecta.

Eso son las verdaderas masas. Así son las masas del Estado del Bienestar, en las que estáis incluidos, mientras que sois personitas que se lo creen. Naturalmente, luego os queda lo otro, que a lo mejor se escurre de las redes del Poder. Pero, en la medida en que sois personas, desde luego estáis incluidos en las masas de indivíduos y en esa fe.

Pues bien, el progreso, la rapidez en la multiplicación de la producción, y por tanto en el barullo, está inmediatamente ligado con esto. Desde luego, el progreso de los medios técnicos favorece la libertad de espresión, personal e individual. No hace falta que os saque a cuento el teléfono móvil, porque hay muchos otros ejemplos.

Al mismo tiempo la libertad de espresión interviene para que cada uno sea quien es, porque todos somos iguales, somos quién somos, todos somos hijos de Dios, eso desde la Revolución Francesa. Cuantas más posibilidades tenga cada uno para hacerse oír, para decir su opinión, manifestar su gusto personal, más se va a asegurar la idiotez de la población en general. Porque se está seguro de que naturalmente la mayoría son idiotas: si no, el Régimen no se tiene en pie.

La mayoría son idiotas, esa es la Ley. La pretensión democrática es que la mayoría valga por todos. Cuanto más se deje que cada uno se esprese libremente, y tenga más medios para hacerse oír y hacerse sonar, se va a garantizar en primer lugar que la espresión de la idiotez mayoritaria va a ser mucho más aplastante (pero ahí es por donde nos escurrimos; ahí hay unas rendijas por las cuales se puede escapar del Poder; porque, aunque se piensa que la mayoría son idiotas, eso no son todos, no siempre sucede), y, corolario, va a ser cada vez más difícil oír algo inteligente que se pueda escurrir por entre las espresiones de la idiotez; aunque es posible que, por descuido, a través de la prensa, o a través de la radio, incluso, aunque parezca increíble, a través de la Televisión, alguna vez alguien pueda decir algo verdadero o sensato, algo que salga de lo que tenemos de pueblo. Pero tampoco importa mucho, porque es tal el barullo de toda la idiotez que se espresa costantemente por las ondas o por la prensa, que ni siquiera se va a oír.

Es así como la proliferación de los productos educativos y de los otros, está ligada esencialmente con el progreso de uno, con eso de la libertad personal. Si algún educador piensa que lo que tiene que hacer con sus niños es ayudarles a ser lo más personas posibles, y que cada uno se crea más quién es y que esté más seguro de su futuro; entonces no hay nada que hacer; pues estamos obedeciendo al régimen, y además nos creemos que estamos cumpliendo con una misión poco menos que sagrada. Si estáis convencidos de que la educación está para hacer personas, como el marketing quiere, seguras de sí mismas, con paso adelante y marcial, como se decía en los himnos del viejo Régimen, hacia el futuro; quien se crea eso... entonces, no hay nada que hacer fuera de lo que ya está echo y de lo que está mandado.

Ahora bien, quien no se crea eso y quien recuerde que siempre uno sabe demasiado, entonces, lo más que puede hacer con unos niños es ayudarles a limpiarse de lo que ya sus padres, la televisión, y todo lo demás les han metido y les han hecho creer; naturalmente, en este caso la cosa se plantea enteramente del revés.





Un medio técnico es útil o bueno para la gente cuando sirve para hacer algo que se pedía antes de que existiese.

Antes de terminar esta primera parte, quiero insistir a ver en qué puede consistir la utilidad de los diversos medios, y cómo se puede valorar de verdad. La propuesta va en el sentido de que un medio es útil de veras, o bueno, cuando sirve para algo que se pedía, que se echaba de menos antes de ser creado. Ése es el criterio más sencillo para saber si un medio es bueno o no. Es un criterio diferente de los cuentos que os meten sobre lo que debe llamarse bueno.

El echar de menos está ligado al mismo tiempo a esas cosas que se llaman necesidad y deseo. Es el criterio esencial. Respecto a cualquiera de los chismes, se puede preguntar; ¿quién lo pidió antes de que se impusiera?, ¿quiénes lo pidieron?, ¿quién lo echaba de menos?, ¿quién manifestaba que le faltaba algo?, ¿dónde se manifestaba que había una ausencia de algo antes del invento?

Lo característico de la inmensa mayoría de los medios técnicos con los que tenéis que trabajar, es que no responden a ese criterio. Fallan a ese criterio de una manera más o menos descarada, pero fallan. No hace falta acudir a la historia para saber que no lo cumplen; además como ésta está contada por los medios, por los libros, siempre merece mucha desconfianza lo que se diga de ellos. Basta con acordarse honradamente de lo de antes y plantearse la cuestión de, si antes de existir un medio, antes de inventarse, antes de imponerse, alguien o algo lo pedía, lo echaba de menos.

Los medios tecnológicos aparecen y se imponen. Se presentan a través de la propaganda como si fueran el gran descubrimiento del siglo, y se hace de una forma rápida utilizando los medios anteriores como son la televisión, la radio, la prensa. Muchas veces se presentan como una revolución tecnológica, y después se procede a vendérselo a las industrias, a las universidades, a las escuelas, a todo el mundo. Se les cuenta la utilidad y lo que les va a proporcionar en el futuro para la buena marcha de las cosas y de sus vidas. Ése es el proceso normal; es decir, que la necesidad o deseo del chisme no le preceden, sino que se inventan con él y con su propaganda.

Ése es el proceso normal que siguen los medios, tanto los viejos como los actuales: que en su aparición no hay ninguna precedencia de algo que pudiera llamarse necesidad o deseo. Por ejemplo, la imposición de los ordenadores la tengo más cerca. Estaba en París, y me acuerdo que llegaron profesores de Venezuela. Por entonces ese Estado tenía mucho dinero y, por tanto, habían comprado muchos ordenadores en las universidades. Estos profesores iban preguntando por todas partes por programas; es decir, preguntando por lo que pudiera servir para darles trabajo a los ordenadores que habían comprado. Ésta es la situación que, tal vez no tan exagerada, he encontrado y se produce una y otra vez en todos los lugares. Incluso a la familia también le han vendido el producto. Y entonces la diversión normal es andar buscando alimento o programas que justifique que se ha hecho una compra que merecía la pena.

Esto es lo normal: no pienso exagerar desde luego, caben todas las escepciones, pero lo normal es así: no hay ningún echar de menos, ninguna necesidad del pueblo anterior que haya traído un chisme. Éste ha caído del cielo por intereses referentes al movimiento del Capital, que no tocan a la vida corriente de los mortales, pero se impone a ellos.

Esta justificación se hace cada vez más difícil, porque, evidentemente, la necesidad del movimiento del Capital es cada vez más acelerada y, por tanto, hay que vender a la misma Universidad el nuevo modelo de ordenador cada 2 ó 3 años. Eso puede dar lugar a ciertos conflictos entre la propaganda de la utilidad del modelo anterior y la necesidad de comprar el nuevo que ahora se le impone. Parecería que eso debía desanimar a cualquier gerente de universidad o escuela; pero no, no desanima; porque el otro ya se había olvidado; y uno se acostumbra a pensar que el progreso es así, y que la cosa consiste en que cada nuevo modelo de ordenadores supere al otro, que sea más bueno, en el sentido ese que al Capital le interesa dar.

A mayor complejidad de los medios tecnológicos, mayor probabilidad de mal funcionamiento.

He comentado que el criterio de que un medio tecnológico sea bueno es cuando alguien lo haya pedido antes. De no ser así, las cosas se están poniendo del revés. Sea cual sea la utilidad de un proyector de diapositivas, de un proyector de trasparencias, la utilidad de un ordenador, de un proyector de vídeos, o incluso un grabador de vídeos; la utilidad de cualquiera de los múltiples chismes; sea cual sea su utilidad o su bondad, hay que tener siempre en cuenta que la propia istalación y manejo del aparato en cuestión no puede menos de producir un engorro también progresivo, que naturalmente, aunque se creyera la utilidad en sí del chisme, tiene por lo menos que restarle mucho. Esto es una cosa que todos padecéis conmigo; y lo que cualquiera puede costatar en mayor o menor medida, es que el aumento en la complejidad del aparato, lleva consigo un aumento en las probabilidades, en ocasiones, de la avería, de estropicio y de mal funcionamiento en general. Ésta es una ley tan elemental y económica que, aunque no se enuncie, provoca desconfianza de los medios.

Y, lógicamente, todo este engorro que trae consigo el mantenimiento de los medios debería tenerse en cuenta, por lo menos como algo que restar a la pretendida utilidad del chisme que se vende. Hay que reconocerlo en los sitios donde los ordenadores lleven muchos años, como son los bancos, estaciones de ferrocarril: la espedición de billetes, por ejemplo, se ha hecho bastante más rápida; en muchos casos se puede admitir lo del aumento en la rapidez, pero uno tiene que costatar las veces que, en el banco mismo, el ordenador no funciona, y entonces tienes que estar ahí haciendo una espera larga; porque esos desperfectos tampoco se remedian inmediatamente a mano, porque ya la propia imposición de los ordenadores ha hecho que eso sea muy complicado, y difícil en muchos casos. Esa pérdida de tiempo debería por lo menos restarse de la utilidad.

Que eso suceda no es ningún accidente: lógicamente está ligado a esa ley que dice que el aumento de la complejidad de un medio técnico acarrea necesariamente un aumento en las ocasiones de mal funcionamiento. Es una ley que está regida por una lógica muy profunda y que tiene que ver con lo que antes os he enunciado para las poblaciones, en cuanto a lo de la libertad de espresión y a la creación de mayoría. También para los medios tecnológicos se puede aplicar: no pueden servir para lo único que a mi corazón y razón importa.

Es lo que está pasando en la escuela. Parece que importa el descubrimiento de lo que no estaba previsto de antemano, porque se supone que lo de descubrir algo que estaba previsto de antemano no es descubrir nada. Sin embargo, el descubrimiento de la falsedad de la Realidad, tal como la presentan los Medios, sí sería una acción verdaderamente inteligente, una acción de la razón sería una parte de la guerra de lo que nos queda de pueblo contra la imposición del Poder. Esto sería lo único que a mi corazón le dice que merecería la pena. Pero los Medios no sirven para eso. No pueden servir para eso, porque están sirviendo para todo lo que ya os he dicho.

Antes de terminar quiero volver a repetir que no creo en la totalidad, ni en que los de ahí Arriba se lo sepan todo, y que evidentemente caben imperfecciones; pero nadie me puede hacer creer que la entrada en una escuela de todos estos chismes que tengo alrededor pueda ayudar a descubrir nada que de verdad no esté descubierto; a eso no me pueden ayudar y, cuanto más sofisticados sean, menos.

Una pizarra con tiza, por ejemplo, deja abierta más posibilidades que cualquier otra forma de aplicar los medios complejos. No quiero llegar a ponerme extremo y decir que incluso la pizarra ya es un medio tecnológico especialmente avanzado, porque está la arena del suelo y el palo utilizado por Platón para descubrir cosas por medio de ellos. Pero, en la medida que seguimos avanzando, se vuelve cada vez más difícil el empleo mismo de los medios para otras cosas; salvo imperfecciones, salvo que funcionen mal. Esa es la cuestión con la que debo terminar.

La única solución es que los medios tecnológicos funcionen mal.

Como he comentado, los medios son completamente inútiles para ningún descubrimiento, para ninguna labor de limpieza, de sentido común, que se pudiera hacer con niños o con muchachos. Serían completamente inútiles si no es porque fallan, porque funcionen mal respecto al destino al que estaban dedicados.

Si vosotros que os dedicáis a la enseñanza estuvieseis perfectamente fabricados (os voy a poner a vosotros como ejemplos en lugar de a las propias máquinas), entonces, por supuesto, no habría nada que hacer, y entonces no haríais con los niños más que la labor funesta de convertirlos en personas para el día de mañana, víctimas para la muerte inevitable. De manera que lo único que nos cabe como un aliento de esperanza es que no estéis bien hechos del todo. Es decir, que a pesar de todas vuestras intenciones coscientes, vuestros propósitos y vuestra obediencia al Régimen, como está mandado, pues a pesar de todo a lo mejor se os ocurre algo, o a lo mejor os queda una especie de latido en el corazón, de sentimientos de verdad en medio de la proliferación de los medios, en la escuela o en donde sea, que os mueva a hacer algo que no sea lo que está previsto, y que, efectivamente, a los niños pueda sugerirles algo en el sentido del descubrimiento que he dicho.

Pues igual pasa con los chismes; es una regla que no pueden servir para nada bueno, para el descubrimiento de la mentira, si no fueran que fallan, es decir, salvo por error de la previsión, salvo por error de los fabricantes y de los agentes del Capital, que los han fabricado y han vendido para una cosa determinada; y eso puede fallar efectivamente. Entonces, por casualidad, como en la fábula de Iriarte, con el burro resoplando en la flauta abandonada, en contra de las previsiones, puede funcionar y servir para algo. Gracias a eso seguimos viviendo; gracias al fallo de las previsiones, gracias a la imperfección, a la falsedad de toda esa idea del futuro de la que empecé hablando.

Ése es nuestro aliento: que, gracias a esas imperfecciones, a esos fallos, podamos seguir vivos, y los que os dediquéis a la enseñanza, podáis encontrar a gente, niños, muchachos, todavía vivos. Si bien esto puede asombrar a quien analiza la situación del Poder y el Régimen que padecemos, siguen saliendo niños vivos, que por lo menos viven durante algún tiempo mientras se les acaba de someter del todo. Siguen saliendo vivos en contra de la Pedagogía, o conducción de los niños hacia su futuro, que es a lo que se supone se dedican las istituciones educativas. A modo de ilustración, recuerdo una fórmula feliz de Juan de Mairena que decía: “Un pedagogo hubo: se llamaba Herodes”. Sucede que, en contra de Herodes, en contra de la Pedagogía, se libre algún niño; aunque no hay que olvidar que su ideal sería acabar con todos, al igual que el ideal del Régimen que padecemos es que todos los niños salieran sometidos al Poder y al Futuro.

Bueno, también Herodes, aquí ilustrativo, falla: por más poderoso y más decidido y cruel que sea Herodes, no puede acabar con todos los niños. Naturalmente a este Régimen le pasa algo por el estilo: asombrosamente siguen naciendo niños que no están muertos del todo, que todavía se preguntan, que todavía pueden tener algunos vislumbres de esta mentira de la Realidad que les venden. Eso, naturalmente, es para mí, y supongo que para vosotros, el aliento para seguir adelante, en contra de toda esta desesperación de alrededor, y en contra de la enseñanza y de la imposición de los medios para ese fin.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Aviso a los colegas enseñantes sobre lo posible contra el Poder y el Saber

Con respecto a lo que os puede mover a juntaros a hablar de las miserias y mentiras de la Educación, lo primero es para mí no creer que la desgracia, pesadumbre y vaciedad que se encuentra en esas Instituciones, [que los estudiantes suelen percibir, algo vagamente, como desencanto o tedio o pena (luego, suelen conformarse; pero algunos, hasta ya profesores, lo recuerdan con cierta fidelidad)] se deba a la mala organización de dichas Instituciones, al atraso, ni a la incapacidad o vicios personales de los que han ocupado sus Cátedras, Ministerios u otros Organismos: en suma, que se trata de defectos accidentales del Aparato, que con los oportunos planes y medidas pueden remediarse.

Por el contrario, quisiera que sintierais conmigo con claridad que esa desgracia, pesadumbre y vaciedad que los inexpertos denuncian, al menos en sus corazones (cuando se ponen a hacer reclamaciones y protestas, suelen recaer a su vez, los pobres, en los tópicos que se les dan hechos y a mano para el caso), pertenecen a la esencia misma de las Istituciones y les son inherentes a la Escuela, a la Universidad, a los Consejos de Investigación y a los Ministerios de Educación y Ciencia; porque, si no, la equivocación puede llevar a los bienintencionados renovadores, con otros Planes y alteraciones del Aparato más, a renovar el ciclo eterno de las reformas en que consiste la inercia de dichos mortíferos Institutos.

Sépase pues, si es posible, que es inherente a la Escuela y las demás Instituciones Pedagógicas el amortiguar la curiosidad y pasión de entender de los estudiantes, el desviarlos hacia fines impuestos desde Arriba, el convertir sus actividades en Trabajo, el someterlas a la examinación perpetua, el vaciarlas de sentido en sí al someterlas a un destino, Título o Colocación, y en una palabra, el aburrir al personal.

Que ello sea así es lógico y simple de entender: la Escuela entera y los otros Institutos de Enseñanza o Investigación están ligados al Estado, en las formas más o menos perfectas de éste, más o menos disimuladas; son parte del Aparato del Estado, y parte tanto más importante cuanto más el Estado progresa; o bien, al estilo tradicional americano, están ligados con las Grandes Empresas Comerciales, que igualmente los promocionan y patrocinan; y como, con el progreso del Progreso, Estado y Capital tienden cada vez más a confundirse y aspiran al ideal en que los dos son la misma cosa, ni siquiera hay ya lugar a distinguir entre las dos maneras de sometimiento: el caso es que son parte muy importante (como muestra fielmente la dedicación de millones a Educación y Cultura en los presupuestos del Estado y de la Banca) del Aparato.

Ahora bien, Estado y Capital no tienen interés en que se descubra nada: están montados ellos sobre la fe en la Realidad, en que las cosas son como son, y bien se guardarán todo lo que puedan de que alguien vaya a descubrir que son de otra manera, o sencillamente, que no son de ésa; y asimismo, la curiosidad o pasión de entender de la gente a medio formar no va a merecerles mucho cariño ni respeto: la tratarán más bien como una impertinencia, semejante a la que los padres sienten en el "¿Por qué?" insistente de sus retoños de tres o cinco años, y como tal impertinencia, y acaso peligro para su estabilidad y su progreso como Dios manda, tratarán de eliminarla, desviarla o asimilarla por todos los medios a su alcance.

Ya se sabía desde siempre que a los que mandan no les hace gracia que la gente piense ni que se comuniquen sus pensamientos, no sea que, aparte de lo que tengan de personal, idiótico y conforme, vayan a tener algo de común y popular; y eso, que se reconocía en las formas más bastas del Poder, como Imperios Romanos o Hispanos o Dictaduras, lo mismo se dice, sólo que con denuncia del correspondiente avance en la táctica, de las formas progresadas y actuales de Capital y Estado; no vaya a pensar alguno que Estado y Capital progresan en contra de su esencia. Sólo que en otros tiempos (pero los otros tiempos están en éste, que no es tiempo ninguno) los procedimientos que el Poder, por sus establecimientos de Educación y Ciencia, ponía en uso eran aquéllos de la censura brutal y el miedo (libros en el índice o en la hoguera, inquisiciones académicas, etc.), aquéllos de la rutina escolástica (desde catecismos para párvulos hasta tratados universitarios ortodoxos, más aplastantes por su insípida pesadez que por su doctrina), y en suma, la pedantería académica recubriendo la negra ignorancia, y más notablemente en sitios como España, donde el miedo, impuesto por la gran desgracia de un Imperio, al durar siglos, vino a volver más negra la insipiencia y más tristes los oropeles de vítores y cátedras que la recubrían.

Pero todo eso es cosa de antaño, nada más que la película de nuestras memorias, y no deben estudiosos ni políticos entretenerse mucho en pelear con endriagos de películas históricas, que no hacen sino distraerlos de atender a las modalidades actuales del asunto. Las formas progresadas de Estado y Capital no tienen a su servicio tales procedimientos de censura, hogueras ni credos ortodoxos: otros son los que corresponden a su desarrollo, y que se han demostrado mil veces más eficaces que aquéllos de la represión y las inquisiciones: en vez de prohibir o costreñir, se gestiona, se incentiva y se promociona, de modo que las funciones de la restricción venga a cumplirlas, mucho más eficazmente, la proliferación.

Es del caso comparar lo que ha pasado con el tratamiento de los ímpetus amorosos: habiéndose reconocido que el pecado, condena y represión eran procedimientos poco satisfactorios, se ha pasado rápidamente a poner por obra otros, que son la recomendación y exaltación del Sexo, la Industria Pornográfica y la Educación Sexual en las escuelas; los cuales ya se han demostrado harto más asoladores y catastróficos, como el Señor quería y podía preveerse: pues, si bien el prohibirte que se te empine (por poner el ejemplo en lo más trivial, que es lo masculino) puede producir disimulos y desviaciones que lleven en casos al repudrimiento y la enfermedad, el recomendártelo moralmente y casi ordenártelo a lo militar es el medio más seguro de que se te afloje mortalmente o de que apenques con cualquier sustituto de la cosa.

Pues así con el intelecto, la investigación y el estudio. Dejando ya el lado de la educación o formación de futuros ejecutivos de la Ciencia y la Enseñanza, a lo que ya arriba nos hemos trivialmente referido (reducción del estudio a Trabajo, su sumisión a fines de exanimación, colocación y título, que elimina la cosa del estudio a la par que condena a tedio a la persona), basta con fijarse en el lado más postinero: la Investigación.

Se exalta y se promueve a todo pasto la Investigación, la formación de Equipos de Investigación, el desarrollo de Planes de Investigación; se premian con dinero y con futuro las investigaciones en marcha y las concluidas; y casi da lo mismo el objeto de investigación que se proponga: preferiblemente, sí, será un objeto de los que al Mando le hacen ilusión, de los que Él cree que son conducentes a la aplicación crematística y al desarrollo de la Humanidad según Su idea; pero, si no es así, si se trata de investigaciones a las que no se les ve la punta, pero que son de prestigio cultural, de lujo y gala, también vale para el caso: ahí se desviará también la parte congrua de los fondos que Estado y Capital destinan, con progresivo despilfarro, a la Investigación.

El resultado es una proliferación semejante a la propia proliferación de prole humana por el mundo (producción a velocidad creciente de niños, esto es, futuros compradores de ordenadores personales y cadenas de Hi-Fi): es la balumba de Tesis Doctorales no promovidas por interés alguno en el asunto, sino por la promoción de la Persona; son las carretadas de artículos y libros y comunicaciones a congresos que no tienen más utilidad que la que al autor le presten para la formación del curriculum vitae respectivo, etc.
Pueden ser los productos de esa Investigación de dos tipos, según arriba se anunciaba: o sumisos o superfinos; pero de ambos modos serviciales al Estado y Capital que los promueven.

La justificación que los de Arriba tienen para ese manejo gigantesco consiste, ya se sabe, en la fe en que, contribuyendo cada uno, aunque sea con un granito (como cada hormiga), a la acumulación de saberes en depósito para el Día de Mañana, introduciendo el más chico perfeccionamiento en un detalle de una maquinita, que puede dar lugar a una nueva Patente para hoy y rendir mejores servicios el Día de Mañana, con eso se está positivamente contribuyendo a la Mayor Ciencia ("¡Lo que sabemos entre todos!", que comentaba ya Juan de Mairena) y a la Mejor Vida de la Humanidad, y a la costrucción justamente de ese Día de Mañana, donde todo, como en el Juicio Final de las viejas religiones, quedará sabido y justificado.

Que esa fe no tiene muchos visos de ser verdad ninguna, a cualquiera del común se le ocurre sospecharlo: que a lo mejor no hay Día de Mañana (o que en verdad ése es el nombre disimulado de la muerte) y que la Humanidad no avanza por ningún camino. Es incluso muy poco probable que ese Proyecto o Plan, en nombre del que toda educación o investigación se condiciona, tenga sentido alguno: porque, si lo tuviera, tendría que saberlo hasta el Ministro, Ejecutivo o Funcionario que dicta los Planes de Estudio, en que se distribuye lo que a cada curso y en cada clase debe enseñarse del Saber total; de manera que lo que va a saberse está sabido de antemano, y lo sabe hasta el Ejecutivo. Supongo que mis colegas profesores, ante tal suposición, carraspearán al menos, y los estudiantes, si se les enuncia bien, seguro que se mondan de la risa.

Pero no se pide aquí a nadie que positivamente crea que ese Plan o Proyecto de Futuro, en que la promoción de la Investigación (y la Enseñanza) se justifica, es mentira. Basta que se piense por un momento que puede no ser verdad; y entonces, el considerar lo que, en ese caso, se está haciendo con las inteligencias y vidas de los niños y los muchachos a medio costituir, con los millones invertidos en los procesos investigatorios y educativos, es más que bastante para hacerle temblar a uno.

¿Que qué hacer entonces? Sí, porque quemar el Instituto o la Universidad u Organismos similares tampoco puede ser: no sólo que sea inútil para romper eficazmente este Aparato, sino que además es imposible: porque a los Entes Astractos (y es de ésos de los que se trata) el fuego no los quema; y hasta puede ayudarles, según anda el Dinero, a promoverse el que se destruyan algunas de sus instalaciones o edificios. Por fortuna, el Poder no puede por menos de dedicarse a engañar a la gente, como arma primera suya, y para engañar, tiene que hablar (y el lenguaje, por más que los cultos lo perviertan, no nace de Arriba, sino de abajo), y al hacer proclamaciones, siempre cabe en cierta medida cogerlo por la palabra; y hasta los vocablos resultan con frecuencia reveladores cuando se les examina: hasta la palabra ‘investigación’ es ominosa para el Dominio, encerrando como encierra la sugerencia de 'seguir las huellas (del animal o del enemigo)', 'descubrir lo que se oculta'; de manera que investigar de veras sería un arma terrible contra el Poder, ese animal astracto que vive de la mentira.

Más llanamente: la sola fuente de confianza está en que el Aparato, con ser tan aplastante, no es omnipotente ni perfecto, y es por sus imperfecciones y sus grietas por donde puede respirar la posibilidad, nunca cerrada, de vida y de razón que sigue latiendo por lo bajo, en los corazones comunes de la gente, en su razón o lenguaje popular, y hasta en las almas de sus escolares, en la medida que tampoco estén del todo bien hechas y conformes, sino plagadas a su vez de resquebrajaduras y contradicciones.

O sea que cualquier renovación o revolución o descubrimiento habrá de hacerse no desde Arriba, sino desde abajo, y consistiendo en aprovechar por acá abajo, entre los que sientan todavía algo de pueblo y de contradicción en su razón y sus corazones, los fallos del Sistema y sus holguras.

No quieran engañarse los colegas y estudiantes renovadores: por más que las necesidades de ganarse el pan a lo académico les aprieten, por más desastrosa que la formación de sus almas haya sido, como el Señor no es omnipotente, siempre caben márgenes de desobediencia, y siempre cabe, como Prometeo a Zeus, tratar de engañarlo desde acá abajo, por los resquicios de las clases y los calendarios, y es dado, con la más limpia de las conciencias, intentar mentirle con la astucia más o menos fina que se pueda y, fingiendo servirle, si es que parece útil conservar uno su puesto de servicio, traicionarlo desde dentro de sus propias Instituciones y así servir al pueblo y a la razón común.

Es decir, que, viniendo a las labores cotidianas, siempre cabe hacer como que se entera uno, pero no enterarse, de los Planes de Estudio que caen de Arriba; hacer como que se examina y juzga a los estudiantes (si es que parece que negarse a examinar descaradamente pone en peligro el Puesto), pero en verdad no examinar ni colaborar a la faena de regularle al Sistema su flujo estudiantil y convertir el descubrimiento en asimilación forzada; siempre cabe también esa forma de rebelión paradójica que recomienda Jesucristo ("El que te cargare para un milla, síguele con su carga otras dos"), investigar más allá de lo que está mandado, hablar y leer de veras en las clases, y no para pasar la hora y el curso, que es lo que se exige: estudiar de veras con los estudiantes y descubrir, caiga quien caiga, lo mal sabido que es lo sabido; en fin, maneras con que la pasión de la inteligencia halla astucias para aprovechar las holguras que el Sistema siempre deja en contra de sus intenciones; cosas que seguro que muchos profesores, movidos por su propia honradez, ya hacen según se les tercia, pero que bien será decírselo, para que lo sigan haciendo con más abundancia y tranquilidad.

¡Qué, si hasta aquéllos que se encuentren, por su sino, ocupando cargos en la Administración de la Ciencia pueden siempre volverse cautamente del revés y utilizar el Cargo para lo contrario de lo que el Plan de Arriba preveía!; o al menos, si el Cargo es tal que no se ve manera de usarlo para nada bueno, hacer como los oficinistas decimonónicos, firmar, resolver crucigramas, y no hacer nada, o muy poquito, que el pueblo al fin se lo agradecerá: porque alimentar una plantilla de gorrones siempre le sale más barato que soportar una horda de capataces leales y diligentes.

No se van a encontrar solos los profesores en esa faena de investigación desmandada y de honrado aprovechamiento de su puesto por el revés: estarán siempre acompañados en ella por los estudiantes que les toquen; no por la mayoría de ellos ciertamente (eso, salvo por chiripa en algún grupo muy pequeño, no se dará nunca: la Mayoría es justamente la fuerza del Dominio progresado y democrático, del Capital fabricador de Masas de Individuos; que, si te descuidas, hasta te pedirán con votos y pancartas que los examines, por Dios, que los examines), pero sí siempre por una gran minoría de ellos, en cada curso, año tras año: aquéllos que, trayendo quizás ya sobre sus espaldas varios años de Pedagogía, siguen todavía milagrosamente vivos (algo que no puede menos de renovar en uno cada año un aliento de confianza en la infinita resistencia de la naturaleza humana, si hubiera tal naturaleza) y por tanto capaces de hablar de veras (no resignados a decir una y otra vez lo que está dicho), y de pensar y de sentir.

Ellos son la manifestación más cercana que a los que andan en esta profesión les toca de eso desconocido a lo que aludimos como 'pueblo', 'los de abajo'; y es en ellos donde el profesor, más avanzado en años y pesadumbre, debe beber ispiración y ánimos para proseguir en común (no en equipo) la investigación más despiadada, el siempre más esacto y claro descubrimiento de la mentira de las ideas dominantes, de la falsificación de la Realidad: acercarse así, con ayuda de ellos, mientras pasan por las aulas, mientras siguen vivos, a aquella sugerencia de Juan de Mairena (al que siempre animo a volver contra la Pedagogía: “un pedagogo hubo, se llamaba Herodes”) de una escuela de sabiduría popular, que fuera como un oído, delicado y fiel, para las voces que de abajo, del pueblo, vengan, para darles curso y jugar con ellas y acaso devolvérselas, más refinadas, hábiles y penetrantes, al pueblo de donde venían.

Por eso es por lo que a veces decíamos que la Universidad debe seguir estando ahí, por más fea que la pongan, y a los muchachos que de vez en cuando me hablan desesperados de la Institución, que los mata de tedio y que les dan ganas de colgar los hábitos de estudiante y no volver a pisar las aulas, suelo decirles que más vale que se queden y resistan como puedan; tanto más cuanto que (aunque esto no suelo decírselo a ellos) ésos que más sienten el dolor de la escuela y el cambiazo que quiere meterles el Plan de estudios, son probablemente de los que más útiles pueden ser quedándose y resistiendo.

Debe seguir la Universidad, porque, pese a lo que desde Arriba quieren hacer con ella, lo que no pueden evitar es que sea un sitio donde se juntan cada año muchos de ésos, de la gente a medio hacer, que por ello mismo pueden hablar entre sí (a grandes minorías) de manera que por ellos hable alguna vez el lenguaje popular y la razón común, y pueden entre ellos (sin desdeñar del todo las voces de algún profesor que otro y las de los libros de la biblioteca) descubrir con cierta precisión la mentira de las realidades que les venden.

Cierto es que enseguida tratarán de presionarlos desde el Futuro (el examen de Fin de Curso, el Fin de Carrera, y la Colocación, ensayo de la definitiva o funeraria) y de inutilizarlos para nada que no sea la rutina de la enseñanza, las consultas, los bufetes, las industrias de producción de inutilidades; pero no importa: algunos hay siempre que siguen a medio hacer y conformar; y además, cada año vienen otros nuevos, que da lo mismo.

Y cierto que, sobre todo desde aquel pronunciamiento estudiantil de los años 60, que cogió al Estado y Capital tan de sorpresa, han puesto Ellos sus mejores empeños en dispersar las universidades por los suburbios de las metrópolis del mundo, mandándolas donde Cristo dio las tres voces, de manera que, al tiempo que aminoran el peligro de demasiada compañía estudiantil, les cueste además a los estudiantes, igual que a los trabajadores, dos o tres horas diarias de trasporte y de cansancio el juntarse en sus barracones académicos; pero, aun en esas tétricas condiciones, no pueden evitar los Amos que sean esos recintos lugar de encuentro de mucha gente medio despierta a pesar de todo. Siempre hay motivos y aún en tales casos para dejar que siga la Universidad y que en ella se haga, o que en ella pase, lo que menos se piensan los Señores del Futuro.




Os dejo aquí como corolario de regalo esta versión del himno universitario aquel en latín tosco del Gaudeamus en una nueva versión que se hizo por allá por Madrid un buen amigo, para cantarla ahora en coro y más abajo una traducción al vuelo.



NOVUS GAUDEAMUS

1. Gaudeamus igitur ,
iuvenes dum sumus.
Post rebellem iuventutem,
post pacatam senectutem,
nos habebit humus.

2. Vbi sunt qui ante nos
in mundo fuerunt?
Ossa sub terra crepant,
miseri nos increpant,
quod numquam vixerunt.

3. Nos autem iam nolumus
obsequi isti legi,
neque argentum pro labore,
nec laborem pro amore,
neque regere nec regi.

4. Si nescimus forsitan
quae fieri velimus,
at ea quae nos premunt,
at ea quae falsa sunt,
ea satis scimus.

5. Cui prodest ista iam
negotiorum rota,
tot consortia fabricarum,
tot commercia catenarum?
Ipsamet sibi tota!

6. Cui prosunt, quaesumus,
saecla gubernantum,
et imperia militaria
et officia statutaria?
Ipsamet sibi tantum!

7. Pereat ergo Dominus
nummorum et fascium,
et rex qui mortificat
et lex quae iustificat,
et qui colunt mendacium.

8. Pereat Accademia,
pereant professores,
et cathedrae quaelibet
et decani quilibet
simul ac rectores.

9. Sed et scholae pereant
ingeniariorum,
pereat technica fatalis,
pereat scientia venalis,
opium populorum.

10. Vivat liber amor et
fratrum et sororum,
vivat et inmunitas,
libertas, communitas
omnium conservorum.

11. Vivat ars dialectica,
mors religionis;
nam quae ratio construit,
ratio ipsa destruit.
Vivat ius negationis!

12. Vivat vita hominum,
si quid erit tale;
sin minus, vel pereat
et ad umbras transeat
animal rationale.

Y en este latín de ahora más o menos dice:

1. Gocemos ahora que
somos jóvenes.
tras la rebelde juventud
tras la pacata senectud:
¡Todos al ataud!

2. ¿Dónde, si no, están aquellos
que antes de nos
en el mundo estuvieron?
Bajo la tierra crujen sus huesos:
los desgraciados no nos increpan menos;
porque nunca jamás ellos vivieron.

3. Mas las leyes acatar no queremos,
ni tampoco aceptamos
el dinero por trabajos,
ni trabajos por amores,
ni mandar, ni ser mandados.

4. ¡Ay, tal vez no sepamos
qué queremos que se haga!
¡Eso sí, muy bien sabemos
lo que nos oprime y engaña!
Bastante con eso tenemos.

5. ¿A quién aprovecha ya
esta rueda de negocios,
tantos consorcios de empresas,
tantos comercios de cadenas? ¡Todo,
para alimentar esa rueda!

6. ¿A quién aprovechan, preguntamos,
siglos de gobiernos y mandatos,
imperios de oficiales y soldados,
y tanto, tanto estúpido cargo? ¡Todo,
para que no se pare la rueda!

7. Muera el señor por lo tanto,
mueran su dinero y su trono,
y el rey que nos mortifica
y la ley que lo justifica
y los que cultivan la mentira.

8. Muera la Academia,
mueran profesores,
y muera toda cátedra
y los decanos con ella,
sin olvidar los rectores.

9. Y mueran los colegios
de dóciles ingenieros,
muera la técnica fatal,
muera la ciencia venal,
ese opio del pueblo.

10. Viva libre el amor
entre hermanos y hermanas.
Viva siempre y sin cargas,
la libertad y la comunidad
de todos los compañeros de esclavitud.

11. Viva el arte dialéctica,
muerte de la religión;
pues lo que razón construye,
la propia razón lo destruye.
Viva la fuerza de la negación.

12. Viva la vida de las gentes
si tal cosa se diera.
O muera, en caso contrario,
y tráguenselo las tinieblas
a este animal racional.

viernes, 16 de enero de 2009

Para evitar confusiones en el uso del término ‘verdad’

(1) Verdad por todo lo alto es la que reina entre los entes puros o ideales, consistentes en su propia definición: por ejemplo, “En el triángulo, sea cualquiera la razón entre sus lados, la suma de sus tres ángulos es la misma siempre”; “7 > 5”, esto es, que ‘5’ es anterior a ‘7’ en el progreso de la serie de los números naturales; o, por ejemplo, “ ‘nada’ es lo contrario de ‘algo’ ”, esto es, que rige entre ambos la disyunción cerrada, “O es algo O (no) es nada”, y por tanto la negación rigurosa, “NO algo = nada”, “NO nada = algo”, pero

“ ‘nada’ es lo opuesto a ‘todo’, en cuanto que, operando, no la negación sobre el cuantificador, sino el cuantificador sobre la negación, “todo NO = nada”, “nada NO = todo”, digamos “todo falta” = “nada hay”, “nada falta = “hay todo” (si la gramática permitiera decirlo); o, por ejemplo, supuesto que el sistema fonémico del español estuviese cerrado y quieto, “T : D :: P : B”, “la razón de T a D es la misma que la razón de P a B”; o, en fin, como suma de todas las verdades, “Lo que es lo que es ES lo que es lo que es” y “NO puede ser que lo que es lo que es NO SEA lo que es lo que es”, “A = A”, “~ (A No igual A)”.


(2) Entre las cosas, o sea, en realidad, verdades son las que suelen entre nosotros pasar como verdades: por ejemplo, “la nieve es blanca”, “lo blanco no es negro”, “lo negro no es azul”, “Fulano tenía 27 vacas”, “lo que pasó fué sencillamente que N se puso delante del tren y el tren lo atropello”, “es el mayordomo el que mató a la marquesa”, “está haciendo frío de veras”, “me duele la cabeza”, “siento mucho el fallecimiento de su esposo”, “la población de España es actualmente de 41.574.058 españoles y el año 2025 habrá alcanzado los 50.000.000”, “mañana habrá cielos nublados en la mitad norte de la Península”, “el Universo surgió en un momento hace unos 725 siglos y desarrolló sus condiciones fundamentales en unas pocas millonésimas de segundo”, “Dios creó el mundo en seis días y descansó el séptimo”, “esta inversión le producirá a usted un 4’5 % a partir del 4º año”. Tales predicaciones o predicciones se demuestran verdaderas por esperimento y verificación, o sea por referencia a otras cosas (istrumento, testigo, repeticiones de “lo mismo” en otros momentos), que, siendo igualmente reales, no pueden demostrar sino la realidad del hecho, nunca su verdad.

(2a) Debe atenderse aparte al caso de la pura convencionalidad de los Nombres Propios: que Felipe Yanguas es Felipe Yanguas, gracias a que ‘Felipe Yanguas’ no significa absolutamente nada, resulta irrefutable ni comprobable por esperimento alguno, sino que ahí la verdad consiste en la pura ley de su imposición. Es lo que al teólogo medieval le hacía declarar que lo que ni Dios puede hacer es que un Martes no sea Martes.


(3) verdad de verdad, la que no se sabe: no consiste más que en descubrir la no verdad de las realidades, esto es, impedir que las verdades (1) se apliquen a las cosas y sus relaciones (2), como el Poder manda a cada paso que se apliquen: descubre que la existencia no es todo lo que hay y que, en contra de lo que el Poder manda, las posibilidades son sin fin. Las verdades (1) se imponen desde Arriba en (2): la verdad (3) se está continuamente colando en (2) gracias a que las cosas nunca estamos hechas del todo, y así seguimos sensibles a la mentira de las verdades (2); ese sentimiento es lo que razona, diciendo lo que el-pueblo-que-no-existe dice, “NO”, que es la lengua o razón común, que se sabe contradictoria, costituyendo las cosas, por medio de los significados idiomáticos de las palabras, y denunciando y derruyendo la pretensión de su verdad. La negación o refutación de las verdades (1) no puede hacer más que obligar al sistema lógico a corregir sus definiciones y sus reglas; la negación o refutación de las verdades (2) lo que hace es devolvernos a las cosas a la libertad de no ser lo que somos; a la verdad (3) no hay quien pueda negarla o refutarla, ya que, siendo mero des-cubrimiento y negación, la negación de la negación no sería más que el restablecimiento de las verdades (2), como ya de por sí se están restableciendo a cada paso, y la vuelta a la sumisión al Poder y al Fin; o sea, nada nuevo.