Las mujeres seguimos sin tener voz,
voz pública: es lo primero de lo que se nos privó al comienzo de la Historia,
allí donde se instituyó la vida privada, el dominio. Es que quizá, de sonar en
público esa voz, se acabara de una vez esta triste historia del hombre y su
mayoría, porque su público sería al menos más de la mitad -dicen- de los
oyentes. Por eso nunca nos la van a conceder en este mundo. ¡A ello, hermanas!
Basta ya de tanto cuchicheo sumiso; basta ya de arrojarnos unas a otras, a
fuerza de no poder o no querer hablar entre nosotras, a fuerza de aburrirnos,
en brazos de nuestro “futuro”. ¡Cómo nos han separado! Que no es verdad que
hablemos en libertad mientras acatamos la Realidad del Hombre y su madre la
Historia, la misma que los Medios sostienen, con la que cuentan la Política y
la Publicidad, como si no supiéramos lo falsa que es, lo que gastan en
vendérnosla, como si nunca hubiéramos sido niñas ni muchachas.
No
tenemos voz, y menos aún desde que hay tantas mujeres públicas haciendo declaraciones
por ahí. Menos aún desde que una convocatoria de huelga ¡mundial! de mujeres
como la que se planeaba para este pasado 8 de Marzo apenas se atrevía a alzar
la voz más que para decir que había que dar un sueldo a las mujeres por sus tareas
domésticas, para pedir seguridad, igualdad
salarial y licencias de maternidad. He ahí las madres, las amas de su casa, las
víctimas, las sacrificadas, las que aportan su nómina a la par con el varón, la
Familia, en definitiva. ¿No se consigue con este juego que nos veamos a
nosotras mismas tan sólo como aquello en lo que nos han convertido o nos
quieren convertir? No creo que se nos haga ningún favor con ello. ¿Seguimos
pues aceptando que sea eso a lo que vaya a parar cualquier niña que nazca? ¿No
hay más, oh madres crueles? Pensaba que un llamamiento a las mujeres iba a
hablar a la inteligencia que sufre, a la sensibilidad que observa, a lo que hay
por debajo de esas máscaras que tanto juego dan a la Historia y la Televisión,
a lo que aún en nosotras sepa vivir y quiera escuchar, no a esos personajes
ciegos, a esas mártires y esas furias, a esas señoras. Hace tiempo que una ha
aprendido a desconfiar de cualquier voz que se presente como defensora de un
colectivo, porque lo colectivo, lo social, al igual que lo meramente
individual, es incapaz de sentir ni de pensar, es incapaz, en fin, de hablar de
verdad a nadie: algo así sólo puede funcionar, como mecanismo que es, y, para
su mejor funcionamiento, reivindicar sus intereses y justificar su juego, pero
eso, ¿qué tiene que ver con esto? -digo yo-, ¿qué tiene que ver con nosotras y
lo que nos pasa bajo este reino de Dios o de El Hombre o de Don Dinero? Y
luego, ¿a quién irán dirigidas las reivindicaciones y exigencias que se
proponen? ¿Al Estado? ¿A Papá Capital? ¿Al Poder Mundial? Se les hará la boca pesicola
ante tamaño reconocimiento. Está claro que hemos aprendido muy bien cómo hablar
a los señores, pero aquí entre nosotras... ¡Seamos serias! Nos engañamos:
seguimos estando en manos de beatos y beatas de tres al cuarto, que es que se
lo han creído ellos que defienden a las mujeres con poner una arroba en el
sitio de la o. ¡Madre mía, qué ridícul@s son!
Sin
embargo, aún tiene sentido hablar a una huelga de mujeres y que el que tenga
oídos que atienda. Y es que no podemos cansarnos de decir lo que por lo bajo
sabemos: por más que digan, el dinero no sirve para nada bueno, y en cuanto a
ese trabajo tan cacareado, habría que ver si consiste en algo distinto de
venderse uno a uno al dinero. ¡Como si no fuera posible ni imaginable vivir de
otras maneras! Entonces, ¿cómo es posible que las mujeres nos conformemos con
recibir dinero, paga por nuestros servicios a esta sociedad? Si no es la
sociedad lo que queremos, ¿por qué trabajar para ella con o sin sueldo? Y si ya
trabajamos y cobramos con dolor, ¿a qué viene dar las gracias por ello y pedir
más? Yo siento que si las mujeres hacemos tantas cosas como bien se señala, no
es por colaborar con la sociedad (aunque nos lo digan, para hacernos la pelota,
para adularnos, desde el mundo de los hombres, que siempre dicen que no son
nada sin nosotras), no es por eso de ningún modo. Yo, al menos, que no paro, sé
muy bien que no es por eso, sino por mil otras cosas que se van descubriendo y
que no son de esta horrible sociedad, pero que siguen vivas por debajo, y yo
las veo y las oigo y las siento y las quiero cuidar, y son por ellas todos mis
desvelos. ¿Quién que no esté tan ciego como los políticos puede sentir algún
aprecio o algún deseo de colaborar con el espectáculo de una sociedad podrida
de raíz, con su asqueroso sistema de fronteras y valores, irreflexivos por
definición, de competencia en lugar de colaboración, de intercambio de poderes
en lugar de entendimiento, de jerarquía en lugar de hermandad, de comercio de Amor/Sexo
en lugar de...? Yo quisiera deshacer esa fe totalitaria, porque siento que la
sociedad no es todo, que por debajo de ella, a pesar de sus mil maneras de
matar, de aburrir, de desunir, de crear soledad, miseria y desesperación,
maldad, enfermedad y ruina, aún vive gente limpia, gente capaz de sufrir y no
acatar, gente alegre, hermosa gente, y, sobre todo, siguen naciendo niños que
no merecen todo el mal que se les da desde que vienen al mundo -y que, lo que
es aún peor, se les presenta como bueno y necesario. Y propongo que las mujeres
nos unamos para clamar, para decir lo que de verdad queremos, lo que sería
deseable (y da igual si parece posible o si no: el amor y el deseo no saben
nada de posibilidad, de realización, sienten y hablan así y no se puede cambiar
lo que dicen sin traicionarlos): abolición de las Naciones o países o como
quiera que se llamen, abolición de los estados, que no sabrán el daño que
hacen, pero nosotras sí lo sabemos, abolición del trabajo inútil. No pienso
pedir a la sociedad que dé trabajo a las mujeres, porque las mujeres siempre
tenemos cosas mejores que hacer que trabajar, y no nos faltan ideas porque
tenemos ojos y vemos lo que hace falta hacer, y tenemos seso para discurrir
cómo hacerlo de la manera más sencilla y placentera. Dinero ¿para qué? ¿para ir
a comprar a sus sucios supermercados y centros comerciales abarrotados de
memeces plastificadas y productos para la mujer estúpida, que es la única que
quieren como consumidora? Yo quiero que se acabe el dinero, que deje de
producirse tanta estupidez consumible. ¿Qué nos ofrece ese mercado?: facilidades
para entrar a formar parte de los ejércitos y legiones de policías y ejecutivos
del régimen, streep-teases masculinos para despedidas de solteras, para hacer
las mismas ridiculeces que los hombres -que estaban aprendiendo quizá a dejar
de hacerlas-, trajes de novia para ir guapa a la picota, revistas infames donde
las mujeres se expresan como oligofrénicas y son tratadas como tales, anuncios,
programas y series de televisión para que nos enganchemos y luego los comentemos
como si nos fuera la vida en ello (¡nos gusta tanto hablar!, pero los hombres
nos han impuesto los temas, las asignaturas, y nosotras, a obedecer: Dineritos
del Hogar, Salud y Belleza, Trabajo, Sexo, Hijos, Amor a toda pastilla,
Cotilleo de cine y, bien separadito, Política -y hasta Feminismo para nosotras
¿qué más podemos desear?-, que tiene su lenguaje, sus procedimientos, sus
prioridades, sus razones históricas, sus sistemas menos malos... Puaj! Así no
hay quien hable en serio de nada si hay que acatar todos esos topicazos,
hipocresías y falsedades!); ¿qué más?: ¡ah, sí! para las insatisfechas, Cultura,
esa parcela miserable, carreras, Información, y "todo un mundo de
oportunidades" para nosotras y los niños que nos puedan nacer, para que
los mandemos a hacerse hombres, a entrar a formar parte del sistema que empezó
(no lo olvidemos nunca) con el sometimiento de las mujeres, y que en eso no ha
cambiado por más que diga la Información. Por eso las mujeres tendríamos que
rebelarnos, que gritar de una vez contra la familia, esa institución dedicada
desde el principio de los tiempos a esclavizarnos, a asfixiar toda la riqueza
sin cuento ni nombre que podíamos traer al mundo y convertirla en capital para
el amo, en posesión individual. ¡Abajo la posesión de las mujeres!, ¡abajo el
matrimonio, abajo el estado civil, el A.D.N. y el D.N.I.! Ser de un hombre, ser
de un país, ser de una misma, ¡qué miseria para las que nacimos en un mundo que
podía estar libre de todo eso! ¡Abajo las individuas! ¿Vamos a seguir aceptando
la prostitución o no? ¿De verdad creemos que es inevitable, que no hay nada que
hacer? ¿Es a esa sociedad que la contiene a la que vamos a aportar nuestro
granito de arena hacendoso, a la que queremos incorporar nuestras manos de
hada? El lema del Hombre de la historia ha sido siempre “Divide y vencerás”.
¡Ni blancas ni negras, ni pobres ni ricas, ni liberadas ni oprimidas, ni cultas
ni ignorantes, ni hombras ni mujeros, ni jóvenes ni viejas, ni de X ni de Y!
¡En nombre de las mujeres más enmudecidas y enjauladas, de los niños, los
viejos, los animales, las plantas, los astros, en nombre de todo lo que sufre,
no acatemos las diferencias con que nos separan! Nunca más mujeres del Hombre.
Nunca más mujeres del Trabajo. ¡Que no cuenten con nosotras los políticos! ¡Que
no nos conozcan ya!