Declaramos que se consideran incluidos como tales
no sólo quienes hayan sufrido más directamente cualquier atropello de la carretera (aquí no creemos que sean “accidentes”: sabemos que ese destrozo multitudinario de vidas es un producto necesario del tráfico por carretera) o cualquier percance más o menos mortal también en todas esas competiciones que organizan de coches y motos;
o quienes más padezcan
-el horror por los malos humos y por la arritmia que la invasión del automóvil nos hace sufrir en cualquier paseo por las calles y, junto con él,
-el horror del ruido permanente del tráfico, noche y día, que llena muchas veces hasta los mismos dormitorios y habitaciones de las llamadas viviendas (rara vez ya casas) donde solemos andar metidos,
- el horror de verlos a todas horas por todas partes, lo mismo en imagen a todo color que de cuerpo presente;
también quienes se ven “obligados” por la fuerza de cualquier necesidad creada
-a comprarlos,
- a venderlos,
- a fabricarlos,
- a sacarse el permiso de conducir,
- a trabajar en la publicidad del auto (y en la llamada “información”, televisión y prensa de todo tipo, que sirve de escusa, relleno y soporte para los anuncios de coches),
- a colocar los anuncios de la publicidad del auto,
- a reparar sus averías,
- a trabajar en cualquier cosa relacionada con gasolinas, desde grandes petroleros a gasolineras o industrias de derivados (plásticos, gases, etc) o incluso guerras por el oro negro,
- a trabajar en cualquier cosa relacionada con carreteras, desde los puestos de peaje y las obras de mantenimiento y costrucción de más “autovías” o como se llamen, a los puticlús de carretera pasando por todo eso que llaman zonas de servicio, y enormes aparcamientos, supermercados, discotecas y negocios de esos que tienen las carreteras a los lados,
- a trabajar de guardias de tráfico (agentes de movilidad los llaman) o funcionarios del tráfico encargados de las multas y de otras mil burocracias del tráfico y sus permisos,
- a trabajar como bomberos y personal de ambulancias vario que atienden los costantes “accidentes”,
- a trabajar en los penosos trasportes por carretera, especialmente de camioneros, pero también con autobuses y autocares,
- a trabajar para mantener un auto propio o más de uno, conducirlo, aparcarlo, limpiarlo y pagar todos los costantes gastos que tiene la criatura,
- a sufrir los viajes en el auto familiar, sean de vacaciones o de trabajo, las conversaciones a todas horas sobre autos, sobre multas, y muchas más penalidades que no caben en una hoja;
y quienes padecen o han padecido por causa de
la ruina de los verdaderos medios de trasporte, inutilizados por la mala idea de vender coches a todo cristo. Los que han visto como se echaba a perder el uso del ferrocarril y del tranvía delante de sus ojos sin que nada pudiera impedirlo, dados los tremendos intereses que sostienen el negocio del Automóvil y la Carretera contra toda razón y contra cualquier sentido común que pudieran aplicarse a resolver el asunto del trasporte de mercancías y viajeros, por la locura que aquí denunciamos: la imposición del Automovilismo.
Todo esto en lo que se refiere a víctimas más o menos humanas, pero no podemos olvidar a otros que vienen siendo víctimas de lo mismo: ciudades, pueblos, campos, animales, mil cosas.
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